Créalo o no, muchas personas en la iglesia toman la decisión consciente de ignorar la verdad de Dios. Usted preguntará: “¿Quién haría una cosa así?” Lo más probable es que usted conozca a alguien que ya lo ha hecho.
Piense en esos cristianos que dicen: “Jamás voy a volver otra vez a esa iglesia. El pastor sólo habla de pecado, pecado, pecado”. O, quizás, el asunto sea el “dinero”, o la “fidelidad”, o quizás incluso “la cruz”. Si estamos escuchando al hombre, no a Dios, quien envió el mensaje, es fácil irritarse por la persistencia del predicador.
Si usted se da cuenta de que está reaccionando con tanta intensidad a la predicación de un pastor consagrado, entonces tiene que examinarse honestamente.
¿Hay un tema particular en los mensajes que “lo incomoda”?
¿Por qué no le gusta oír hablar de diezmar, por ejemplo?
La razón puede ser que usted sabe que sus finanzas no están bajo el control del Señor. Cuando ese sucede, la respuesta natural es no querer oír el fallo condenatorio.
Es por esto que muchas personas parecen salir huyendo de prisa por la puerta trasera de la iglesia; simplemente no pueden aguantar más. Han tomado la decisión de cerrar sus oídos a la Palabra de Dios, y, por tanto, no pueden soportar escucharla.
En Mateo 7.26, Jesús habla de las personas que oyen la Palabra, pero que no la ponen por obra. Las compara con un “hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena”.
¿Quisiera usted ser un “insensato” a los ojos de Dios? Por supuesto que no. Más bien, sea un creyente cuya mente esté puesta en la decisión de
parecerse cada vez más a Cristo.
Dr.Charles F. Sntaley