El Joven Rico
Rico y apuesto heredero, alto de alcurnia y de talla, se llega a Jesús pidiendo: -Maestro bueno, ¿qué hace falta para que la vida eterna posea para mi alma?
-Los mandamientos conoces: No toques mujer extraña, no mates, hurtes ni engañes, sea veraz tu palabra, respeta de tus mayores la dignidad de las canas...
-Maestro, todo he guardado. Dime qué otra cosa falta.
Una muy simple: ve y vende cuanto a la tierra te ata, dalo a los pobres, que cubran su miseria por tu gracia, y echando tu cruz al hombro ven a seguir mis pisadas.
Perdió el joven su apostura, bajó al suelo su mirada y se encaminó afligido hacia sus riquezas vanas.
A Jesús le va corriendo por la mejilla una lágrima que a contraluz pareciera de sangre tornasolada.
-¡Pudo y no quiso salvarse, por su riqueza malvada! ¡Cuán difícil es que un rico entre en mi eterna morada! ¡Un camello por el ojo de una aguja, mal se pasa!
-- Santos García Rituerto
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