¿Quién, mi Señor, habitará, dichoso
En tu morada, o en tu monte santo;
Y tras quebranto encontrará el eterno,
Dulce reposo?
El que camina sin dudar, derecho,
Por sendas rectas, libres de malicia;
Y obra justicia, y la verdad preciada
Habla en su pecho.
El que su lengua a maldecir no apresta,
Ni daño causa al prójimo ninguno;
Ni al importuno que contra él murmura
Crédito presta.
El que a los viles con desdén censura,
Mas honra a cuantos al Eterno temen,
Y aunque jurare en perjuicio propio,
Jamás perjura.
El que no presta su dinero a usura,
Ni por cohecho al inocente vende;
Quien esto hiciere vivirá en morada
Siempre segura.