Le sacaron (a Jesús) para crucificarle. Y obligaron a uno que pasaba, Simón de Cirene… que venía del campo, a que le llevase la cruz. Marcos 15:20-21.
Simón de Cirene
En el camino al lugar de la Calavera, Simón, al lado de Jesús, le llevó su cruz. Sin duda aquella mañana, al volver del campo, no contaba con eso. ¿Qué tenía él que ver con ese condenado que llevaban al suplicio? Simón no estaba entre los que habían gritado: “¡Crucifícale!”. Pudo haber estimado que no tenía nada que ver en el asunto; sin embargo, fue obligado a llevar la cruz. Sin pedirle si quería o no, fue asociado en la crucifixión del Justo. ¡Pero qué encuentro! Se le hizo la inmensa gracia de caminar al lado del Salvador para llevar su cruz un momento.
Nadie puede librarse del solemne mensaje de la cruz. Todo aquel que lo oye es responsable de creerlo o rechazarlo. Un día se le pedirá cuenta de la actitud que haya tomado. En vano usted dirá: –¡Ese acontecimiento de otros tiempos no me concierne, pues forma parte de un pasado en el cual yo no estaba! Mas Dios le dice que para salvarle, Jesús murió en la cruz por usted. Rehusar aceptarle es formar parte de los enemigos del Crucificado; es hacerse responsable usted mismo de la crucifixión de Cristo.
Deje más bien que la rutina de su vida cotidiana sea conmovida, como la de Simón , por la contemplación de ese hecho inaudito: Jesús “cargando su cruz” (Juan 19:17). Dios le otorgará la gracia de llevarla después de él (Mateo 16:24) si por la fe usted llega a ser un discípulo de Jesucristo crucificado, su Salvador. “En ningún otro hay salvación” (Hechos 4:12).
"La Buena Semilla"
En Su amor y mi amor,
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