Enfrentando los enemigos del matrimonio
La invitación al matrimonio fue elaborado en el más fino papel de la India. Una esquela azul clara, con letras doradas. Una verdadera obra de arte, a ojo de buen impresor. Y la fiesta estuvo a la altura de las circunstancias. Asistieron más de cien invitados.
La pareja viajó a Centroamérica. Estuvieron una semana en un crucero que llegó hasta los Estados Unidos. Una verdadera fortuna. Pero no importaba. Estaban muy felices. No había momento igual. Las fotografías evidenciaban la emoción que embargaba a José Antonio y Luisa María. Un cuento de hadas, comentaban amigos y familiares.
Pero igual sorpresa despertó el anuncio, tres meses después, cuando se enteraron de que los dos se separaban. Si no lo hacen, uno habría salido muerto.
¿Qué había ocurrido? Que en poco tiempo salieron a flote varios errores recurrentes en las parejas y que son los causantes de que, por cada cien enlaces matrimoniales, el ciento por ciento concluye en separación.
¿Desea conocerlos? Le invito para que los identifiquemos juntos:
La infidelidad destruye el matrimonio
En una sociedad que valida la infidelidad, el que una persona descubra que su cónyuge falló al irse con otro u otra, así sea por un rato, provoca serias lesiones difíciles de superar. Resquebrajan la confianza y además, provocan inseguridad.
¿Cuál es la posición de nuestro amado Padre celestial respecto a la promiscuidad? La encontramos en las Escrituras: “Mas diréis: ¿Por qué? Porque Jehová ha atestiguado entre ti y la mujer de tu juventud, contra la cual has sido desleal, siendo ella tu compañera, y la mujer de tu pacto. ¿No hizo él lo uno, habiendo en él abundancia de espíritu? ¿Y por qué uno? Porque buscaba una descendencia para Dios. Guardados pues en vuestro espíritu, y no seáis desleales para con la mujer de vuestra juventud. Porque Jehová Dios de Israel ha dicho que él aborrece el repudio, y al que cubre de iniquidad su vestido, dijo Jehová de los ejércitos: Guardaos, pues, en vuestro espíritu, y no seáis desleales.” (Malaquìas 2:14-16).
Como podrá apreciar, es necesario permitirle a Dios que tome control del hogar para que la infidelidad no aparezca ni se mencione siquiera entre los componentes de la pareja.
Hay otros siente enemigos para su relación de pareja que enumero a continuación:
1.- La falta de comunicación.
2.- Adicción al trabajo.
3.- Utilizar palabras soeces e hirientes.
Cuando vamos a las Escrituras, leemos que: “La lengua apacible es árbol de vida; más la perversidad de ella es quebrantamiento de espíritu” (Proverbios 15:4). ¿Comprende el alcance de esta enseñanza? Es profunda y revela el poder que encierran las palabras. Con ellas edificamos o destruimos. Por eso es importante que nos cuidemos mucho al hablar y, para bien del hogar, desechemos toda expresión soez e hiriente. Puede causar mucho pero mucho daño.
4.- Culpar a la pareja por los errores cometidos.
5.- No ayudar al cónyuge a evitar caer en lo mismo.
6.- Intromisión de terceros.
7.- La intolerancia
Los seres humanos manejamos ciertos niveles de tolerancia; no obstante hay quienes no actúan así. Por esa razón, los divorcios están a la orden del día. Es importante que tengamos presente al apóstol Pablo cuando escribe: “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.” (Gálatas 6:7). Si esperamos comprensión, debemos comprender. Si esperamos amor, debemos amar. Si esperamos perdón, debemos perdonar.
Permita que Dios reine en su hogar
Es esencial que, si desea un matrimonio sólido, es imperativo que vigile los factores que acabamos de enumerar. Pero además, y como fundamento ineludible, permita que Dios gobierne en su hogar.
En la Biblia leemos que “Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican; si Jehová no guardare la ciudad, en vano vela la guardia” (Salmo 127:1).
Sólo nuestro amado Padre puede resolver las circunstancias adversas que amenazan la relación matrimonial y es Él quien pone en orden todas las cosas. Someta hoy su hogar en manos de Aquél que todo lo puede. Asegurará la continuidad de un enlace que sin duda, es la voluntad de Él para su vida, a menos que haya sido bajo su propio criterio—y no confiando en Él—que tomara la decisión. No lo olvide: ¡Su matrimonio puede salvarse si tan solo le abre la puerta a Dios!