Enséñame, Jonás
Enséñame, Jonás, pero no a huir ni a renegar por enramadas secas. ¿Adónde huirás del Dios que va contigo si a donde vayas sin querer le llevas? Y si la calabaza se ha secado, busquemos mejor sombra en una higuera. Enséñame, Jonás a ser valiente: << Yo soy culpable, echadme a la tormenta para que el mar se calme y tengáis vida, y a mí que Dios me lleve donde quiera. >> Un submarino vivo irá al rescate y nos traerá a la abandonada senda. Abajo, en lo profundo de las aguas, humillada, por fin, nuestra soberbia, la voluntad rendida, consagrados a la dura misión que Dios nos muestra, enséñame, Jonás, esa plegaria de adoración, confianza y obediencia. Enséñame, Jonás, pero no el odio. ¿Qué Nínive es idólatra y perversa? Tú y yo, Jonás, tenemos un mensaje que Dios nos ha confiado para ella. Dame tu verbo rápido y conciso, tu voz adamantina y verdadera, para que aquel que mi advertencia escuche en polvo y ceniza se arrepienta. Que yo doy voces y mi voz se pierde en la expansión de una ciudad desierta. Y cuando nuestra Nínive podrida vuelva a Dios su mirada plañidera y Dios derrame, como sabe hacerlo, misericordia y gracia sobre ella, entonemos tú y yo sus alabanzas caminando gozosos nuestra senda de ciudad en ciudad, de choza en choza, para evangelizar de puerta en puerta.
-- Santos García Rituerto --
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