--Ser cristiano no es para mí—dijo el joven que tenía enfrente y a quien su pastor me remitió, inquieto por la situación que atravesaba.—Venir a la iglesia, genial. Los coros, buenísimos. La palabra, despierta entusiasmo. ¿Sabe cuál es el problema? Cuando salgo a la calle y descubro que todo no es más que teoría--
--¿Por qué teoría?—le pregunté. Sin duda se trataba de alguien acucioso que sabía bien de qué estaba hablando.—O mejor, ¿a qué te refieres con teoría?¿Qué te impide llevar a la práctica las enseñanzas del evangelio?--.
--¿La verdad? Todo. Absolutamente todo es complejo. Entender a los demás, hacerme entender, comprender por qué suceden las cosas. Todo—me explicó.
Razonamos un poco, pero a cada instante me convencía de que no se trataba de un caso fácil. Este chico estaba a las puertas de darse por vencido.
No se identificaba conmigo en el sentido de que el crecimiento espiritual era un proceso. Quería resultados rápidos:
--¿No ha leído acaso que cuando el Señor Jesús entra en nosotros somos nuevas criaturas?—contrarrestó con una pregunta que es común escuchar en aquellos que se sienten frustrados porque las transformaciones en su forma de pensar y de actuar no se producen de la noche a la mañana.
Su interrogante me abrió el camino para buscar en la Biblia. Lo invité a que leyéramos el capítulo 15 del evangelio de Juan, y a partir de ese texto, meditáramos en algunos principios de vida cristiana práctica.
Dios está en control
Cuando nos fijamos la meta de cambiar, estamos dando un paso de significación que se complementa con un segundo avance: someternos a Dios en procura de que desarrolle en nosotros el proceso de transformación espiritual y personal que anhelamos.
Dios está en control de todo, tal como lo explicó el Señor Jesús a sus discípulos:
Cuando alguien acepta a Jesús como Señor y Salvador, se pueden presentar dos caminos. El primero, que la persona siga como si nada, renuente a que Dios toque su corazón y obre un cambio. Su conversión no fue auténtica o al menos, así parece. Todo indica que respondió motivado por sus emociones y no al convencimiento de la obra que hizo el Señor Jesús en la cruz.
En cambio quienes se inclinan por un segundo sendero, encaminado a crecer, cuentan no solo con la ayuda de Dios sino también con su estímulo: "