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De: Débora (Mensaje original) |
Enviado: 04/07/2010 20:24 |
Con una mente saturada
Cómo aprender a orar sin cesar
por Cameron Lawrence
La ruidosa estación del metro nos despertó cuando hicimos nuestra tranquila y soñolienta entrada a París. Nos levantamos sosteniendo un mapa, mientras cientos de pasajeros salían de los vagones del tren. Gente y más gente —multitud de personas quién sabe de dónde, corrían a nuestro alrededor.
Así es como se ve una estación del metro en París en la mañana. Pero es también una ilustración de mi mente en un momento cualquiera del día. ¿Le pasa a usted lo mismo? Imagino que mi mente es una estación de trenes, y que estoy de pie sobre sus frías baldosas. Pero, en vez de personas, es un torrente de pensamientos lo que me bombardea. Algunos son recuerdos familiares y agradables. Otros, aunque también familiares, son extraños y perturbadores, y me han inquietado desde hace años. De algunos estoy consciente todo el tiempo, mientras que otros permanecen distantes en las sombras o se presentan muy de cerca, como vendedores ambulantes pregonando sus mercancías.
¿Dónde está Cristo en todo esto? Es difícil escucharlo por el ruido de tantas preguntas, recuerdos y emociones. Busco su rostro en la multitud, pero éste me elude. Todos estos pensamientos, voluntarios e involuntarios, me dificultan hacer lo único que tengo que hacer: orar sin cesar, como dijo el apóstol Pablo. A estas alturas es probable que usted esté escuchando la vocecita en su cerebro diciendo: ¿Orar sin cesar? Es imposible —qué aburrido, tedioso e innecesario. La voz le sigue diciendo que Pablo debió haber estado exagerando. Sin duda, que no puede esperarse que uno esté orando todo el tiempo. Pero no crea una sílaba de esto.
El apóstol nos dio estas palabras no sólo como una exhortación, sino también como una orden pastoral. "Estad siempre gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús" escribió a los tesalonicenses (1Ts 5.16-18). Y a los efesios les dijo: "Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en Espíritu" (Ef 6.18). Como personas consecuentes con la enseñanza de las Escrituras, tenemos que creer que Pablo pensaba que la oración incesante.
¿Qué es la oración?
En el siglo IV, el célebre teólogo y predicador Juan Crisóstomo dijo: "La oración es la luz del alma que nos da el verdadero conocimiento de Dios". El conocimiento de que hablaba no es el que se aprende en los libros, sino el que se produce por un verdadero encuentro con el Cristo vivo.
La oración es, fundamentalmente, comunión con Dios. Sí, venimos a Él con nuestras necesidades y carencias, como exhorta la Escritura. Sí, la oración consiste en conversar con el Señor, hablando y escuchando. Pero ni nuestra conversación ni nuestras peticiones son realmente el todo de la oración: ellas son el medio, no el fin. Lo que buscamos, más bien, es una unión cada vez más profunda con el Salvador que hace posible cada una de estas partes. Lo que anhelamos es a Dios mismo.
"No debéis pensar en la oración como una cuestión de palabras", dijo Crisóstomo. "Cualquiera que reciba del Señor el don de este tipo de oración, posee una riqueza que no puede quitársele, un alimento celestial que colma el alma".
Nuestra comunión con el Señor trasciende las palabras. No siempre es necesario hablar para tener una experiencia con Él. No siempre hay que hacer un esfuerzo por escuchar sus enseñanzas en nuestro tiempo devocional. Más bien, los creyentes debemos esforzarnos por estar vigilantes en todo momento, teniendo cuidado de que nada nos robe la atención de su presencia. Pero es nuestra mente el mayor obstáculo para lograrlo
Continúa......
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Estad siempre gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús" escribió a los tesalonicenses (1Ts 5.16-18). Y a los efesios les dijo: "Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en Espíritu" (Ef 6.18). Como personas consecuentes con la enseñanza de las Escrituras, tenemos que creer que Pablo pensaba que la oración incesante.
No solamente el ruido de todo lo que està en nuestro entorno, es lo que no nos deja escuchar la voz de Dios, sino que tambièn la desobediencia que ya habita en nosotros, la necedad, la envia, el rencor, el odio, el orgullo y tantas otras cosas màs, que nuestra carne se inclina para practicarlas, todo ello es lo que contamina nuestros oìdos, cuerpo, ojos y boca, y por ello estamos lejos de escuchar la amorosa voz de Dios.
araceli |
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