Nuestro Dios consolador
2 Corintios 1.3, 4
El cuidado de Dios por nosotros se extiende a los detalles de nuestra vida.
él sabe cuando sus hijos sufren, y anhela consolarlos (Is 49.13).
La compasión del Señor es personal, continua y siempre a nuestro alcance.
Recibimos su consuelo por medio del Espíritu Santo, quien vive en nosotros.
No hay ninguna situación o momento en que él sea inaccesible al creyente;
podemos ser consolados y tranquilizados en cualquier momento del día
o de la noche.
Considere la manera como demostró Dios su compasión por medio de la vida
de Jesucristo. él se relacionó incluso con los "intocables", personas que tenían
el cuerpo infectado con una enfermedad contagiosa (Lc 17.11-14). Ninguna
enfermedad que tengamos le impedirá cuidarnos.
El Señor tuvo compasión de las personas enfermas (Mt 14.14). Pero no sólo
las sanaba físicamente, sino que también les daba un bienestar aun mayor: una
vida nueva mediante el perdón de sus pecados. Y si nuestras enfermedades no
desaparecen, el Señor nos fortalece amorosamente para que podamos perseverar
(2 Co 12.7-9).
¿Y qué de los enredos que creamos nosotros mismos? La traición de Pedro a
Cristo tuvo como respuesta el perdón (Jn 21.15-17). Las dudas de Tomás fueron
respondidas por el mismo Jesús (Jn 20.27). Nuestros errores no le impedirán a él
amarnos. Incluso a sus enemigos, Jesús les dejó abierta la puerta abierta para
el arrepentimiento.