Por muchos años entendía poco lo que significa "la gloria de Dios". Parecía haber un aura misteriosa y vaga alrededor de esto que desafiaba la definición Sin embargo, cuando comencé a estudiar la gloria de Dios me di cuenta que aunque hay varios significados que se pueden considerar, la definición más sencilla que podemos dar de la gloria de Dios es "la presencia manifiesta de Dios".
En el Antiguo Testamento, la gloria de Dios residía en la nube de día y en la columna de fuego de noche que cuidó los hijos de Israel durante su éxodo. La gloria no era la nube o la columna, sino la presencia manifiesta de Dios que moraba en ellas.
El logro de la gloria humana es una gloria atribuida. Esta existe a los ojos del que la lleva. Pero la gloria de Dios es develada y reconocida, todas las cosas de que los humanos se enorgullecen son nada. Cuando Moisés le rogó a Dios que le mostrará Su gloria, Él accedió (véase Éx 33.19), vinculando así la gloria de Dios con su carácter amoroso.
En el Tabernáculo de Moisés había un velo entre el Lugar Santísimo y el Lugar Santo que ocultaba la presencia manifiesta de Dios de la vista del pueblo. La gloria de Dios moraba en el Tabernáculo de David, en el Templo de Salomón y en el de Zorobabel también. Pero ese no fue el plan original de Dios; Él deseaba morar en Su creación humana, que la humanidad fuera Su templo y derramar su gloria sobre Adán y Eva cuando caminaba con ellos y hablaba con ellos al fresco de la tarde. Si el hombre no hubiera caído, Dios hubiera derramado Su gloria, el peso de su divina presencia, en el hombre cuando caminaba con Él y se comunicaba con Él. Podemos ver en la transfiguración de Jesús, la gloria de la presencia de Dios como Él había querido dársela a Adán. Sin embargo, debido a la caída el plan original de Dios fue interrumpido.
¿Cuál es entonces nuestra respuesta en ser para la gloria de Dios? Tenemos que adscribirnos a la gloria del Señor (Véase 1 Cr 16.28) y tenemos que "gloriarnos en su santo nombre" (v.10). Debemos adorarlo y reconocer Su presencia y alabarlo por esas cualidades que sus acciones hacia nosotros revelan. Glorificamos a Dios cuando le ofrecemos nuestra alabanza y al ser canales mediante los cuales el Espíritu Santo, que vive en nosotros, puede comunicar a Dios a los que nos rodean.
Cuando ustred permite que el precioso Espíritu Santo cumpla su mandato en su vida rasgando el velo de la carne, será llena de Su gloria; la presencia manifiesta de Dios.
De esa forma, a través de la vida de los creyentes, "La tierra será llena del conocimiento de la gloria de Jehová, como las aguas cubren el mar. (Hac 2.14)
Fuchsia Pickett
En Su amor y mi amor,
Ministerio Mujeres en Victoria Somos siervas de Dios que trabajamos por la restauración integral del Cuerpo de Cristo y especialmente en la restauración de la mujer en todas las áreas