« Dos Tipos de Vergüenza
1. Vergüenza legítima
Un principio importante en el plan maestro de Dios es que Él desea que su pueblo camine en la luz; esta es una condición fundamental para la verdadera comunión con Él (1 Jn. 1:7). Él desea que su pueblo sea abierto, honesto, transparente, libre de las máscaras y otras estrategias auto-protectivas que nos mantienen ocultos unos de los otros. Tal era la descripción figurativa de Adán y Eva antes que entrara el pecado al mundo. Estaban desnudos y no tenían vergüenza (vea Gn. 2:25). Luego vino la caída. [.] El propósito de Dios para el terrible sentimiento de la vergüenza era que éste nos dirigiera hacia Él para encontrar perdón y restauración. Ésta, a la que llamaremos la vergüenza legítima, está directamente relacionada con el actuar mal delante de Dios y está diseñada para ser algo temporal. Una vez perdonados, somos sanados de la vergüenza y Dios desea que ésta sea quitada. El remedio de Dios para la vergüenza legítima es la cruz de Cristo.
2. Vergüenza falsa
Sin embargo, hay otro tipo de vergüenza, una que no se origina en Dios. Este tipo parece no tener punto de inicio, parece no tener remedio y parece que nadie ha podido escaparse de ella. Los sentimientos de este tipo de vergüenza -o vergüenza falsa-son los mismos que aquellos de la vergüenza legítima: temor a ser descubierto, de estar desnudo y de ser expuesto, temor a la humillación, al rechazo y, ultimadamente, al abandono. Todos tenemos la misma necesidad de escondernos unos de otros. La diferencia es que estos sentimientos no están conectados con aquellas cosas pecaminosas que hayamos hecho, sino con cómo nos vemos a nosotros mismos en la parte exterior de nuestro ser: imperfectos, irreparablemente defectuosos, incapaces en aquello que nosotros consideramos es lo que nos califica como miembros totalmente aceptables de la raza humana. Como cristianos, que vivimos del lado redentor de la cruz, deberíamos ser insensibles a ese tipo de pensamientos atormentadores. La verdad es que no lo somos. Muchos de nosotros continuamos luchando con un profundo sentimiento de "no ser lo que debiéramos" o de "no tener lo que se requiere". [.] La razón por la que la llamamos vergüenza falsa es porque está erigida sobre mentiras. El remedio para la vergüenza falsa es la Cruz.»
Vergüenza, Ladrona de Intimidad por Marie Powers; Editorial Gospel Light, 1998
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