26 Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad;
pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el
Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles.
27 Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu,
porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.
Este es el misterio profundo de la oración. Este es el mecanismo delicado
divino que las palabras no pueden interpretar y la teología no puede explica,
pero el creyente más humilde lo conoce aunque no puede comprenderlo.
Benditas son aquellas cargas que amamos el llevar, y los deseos inarticulados
de nuestros corazones por aquellas cosas que no podemos comprender!
Y no obstante, sabemos que son un eco procedente del tronoy un susurro
del corazón de Dios. A menudo es un gemido más bien que una canción
una carga más bien que un ala revoloteando. Pero es una carga bendita
y es un gemido cuyo tono bajo es alabanza y un gozo inexplicable.
Es un gemido que no puede ser explicado. Nosotros no podríamos explicarlo
siempre, y algunas veces lo único que entendemos es que Dios está
orando en nosotros por algo que tiene necesidad de Su toque y que Él entiende.
Y así podemos derramar la plenitud de nuestro corazón, la carga de nuestro
espíritu, la aflicción que nos oprime y saber que Él oye, Él ama, Él comprende
Él recibe; y Él separa de nuestras oraciones todo lo que es imperfecto,
ignorante y equivocado y presenta lo restante con el incienso del Sumo
Sacerdote arriba delante del trono; y nuestras oraciones son oídas,
aceptadas y contestadas en Su nombre.
A. B. Simpson