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De: Perla (Mensaje original) |
Enviado: 17/11/2010 15:26 |
Restaurador de tu alma
Dale gracias al Señor por lo que tienes y deja la amargura por lo que has perdido.
Por: Pastor Rodolfo Mendoza
Hace poco, mi esposa y yo nos preparábamos para ministrar a nuestra familia y el Señor me mostró lo importante que es el patrón de crianza que los padres asumimos con nuestros hijos. Especialmente en lo que se refiere al manejo de la amargura.
Hebreos 12: 15-17 nos advierte: Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados; no sea que haya algún fornicario, o profano, como Esaú, que por una sola comida vendió su primogenitura. Porque ya sabéis que aun después, deseando heredar la bendición, fue desechado, y no hubo oportunidad para el arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas.
La gente recibe la raíz de la amargura en el hogar donde crece. La historia de Esaú empieza con Jacob, su padre, quien se casa con Rebeca que da a luz a sus gemelos, Esaú y Jacob. La Biblia dice que Esaú era cazador. Un hijo como cualquier padre desea, intrépido, líder, “pilas”, como decimos ahora. En nuestros días, seguramente sería el niño que destaca en todo, es deportista y activo. Así que su padre se sintió identificado con él. Era su favorito. Por el contrario, Jacob resultó ser el favorito de la madre porque era tranquilo y sereno. Seguramente sería de los niños que preferían armar rompecabezas o pintar a jugar fútbol o practicar karate. Entonces, en casa de Jacob había dos bandos, lo que es un grave error.
No es correcto hacer equipo con los hijos en contra del padre o la madre. No es prudente hacer diferencias o distinciones entre los hijos. Es natural que los padres se identifiquen más con un hijo pero no es bueno tener favoritos. Los que crecimos en un hogar con varios hermanos sabemos lo que se siente ser etiquetado como el “preferido” o la “oveja negra”. Aprendamos a no repetir esos patrones de crianza en nuestro hogar, no importa si estás casado o no, algún día tendrás hijos y debes aprender a educarlos respetando sus características individuales. Porque los hijos nunca son iguales, al contrario, siempre son muy diferentes.
También sucede que hay hijos muy diferentes a sus padres. Como en la película Happy Feet que trata de un pingüino que desde pequeño era diferente por no cantaba como los otros pingüinos sino que bailaba muy bien pero nadie lo comprendía. Suele suceder que en una familia de deportistas, nace un hijo al que le gusta más leer que salir en bicicleta o en una familia de filósofos nace un niño al que le gusta más hacer deporte. Hay que aprender a valorarlos a todos. El problema es que luego reflejas lo que te ha marcado. Los acostumbrados a ser consentidos quieren serlo siempre y todo se acaba si no lo son en el trabajo o en cualquier otro lugar. Por el contrario quienes no lo fueron y crecieron sintiendo celos, también están dominados por ese sentimiento toda la vida.
Esaú vendió la primogenitura y era tanta la división en la familia que la madre no se atrevió a decirle a su esposo que no debía bendecir a su hijo predilecto sino que le aconsejó a Jacob que se vista con Esaú para recibir la bendición. Entonces, aquel que era favorecido ve que el papá bendice al otro, no tenía el cariño de su mamá, se llena de amargura y empieza a consolarse diciendo: “Cuando muera mi padre mataré a mi hermano”. La amargura busca consuelo pero no siempre de la mejor forma. Muchas que sienten amargura desde pequeños reaccionan de forma agresiva y quieren tomar venganza con el jefe, la ex novia o cualquier otra persona. Eso está mal.
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De: Perla |
Enviado: 17/11/2010 15:26 |
Esaú crece con amargura, se pelea con su hermano, no obtiene las bendiciones del padre y después se divorcia de la primera esposa para casarse con otra porque la amargura lo siguió hasta el nuevo hogar que formó. A las jovencitas les doy un consejo: no se casen con un amargado aunque les diga que son las más lindas, lo dice sólo para enredarlas en su amargura. Una persona que no ha resuelto sus problemas familiares los llevará a su nuevo hogar. Si no ha vivido una buena vida en el hogar de donde viene, su nuevo hogar no será mejor. Tres diferentes reacciones
La primera reacción delante de un hogar que ha pasado por momentos adversos es de amargura como la de Esaú. La segunda reacción es la de Jacob que huye y se va a casa del tío, se enamora de una linda joven, trabaja por ella siete años y la noche de bodas se encuentra a la hermana que era una solterona, quizá vieja y fea. El tío le dice que debía desposar primero a la hermana mayor para poder casarse con la menor y Jacob se ve obligado a trabajar siete años más para lograr casarse con la mujer que amaba. ¡Al final se encuentra en un hogar con dos esposas que son hermanas y seguramente ya se peleaban en casa de su padre! Para colmo de males, la esposa amada es estéril y la otra es la que le da hijos. Al primero le puso un nombre que significa “Dios vio mi aflicción”, es decir que nombra a su hijo con el problema que vive. Eso es terrible. Como si te despidieran antes de que tu hijo nazca y al nacer le nombres: “despido”, para nombrar a los otros: “quiebra” y “deuda”. Lea tuvo cuatro hijos y a todos los nombró con el problema de división que vivía en el hogar: “Dios escuchó mi aflicción”, “Dios vio mi aflicción”, “Hoy si me pondrá atención mi marido”, “Hoy sí me rio de mi hermana”. Es como si tuvieras un hijo y al llamarlo dijeras: “Hey querido Cáncer, ven”.
Cuando Raquel vio que la hermana tenía hijos, le ofreció a Jacob que engendrara en una de sus sirvientas. Así creció la familia hasta completar doce hijos, cada uno nombrado recordando el problema que arrastraban. ¡Parece que realmente exageraron un poco! Pero no son los únicos porque hoy día también sucede. Yo he visto hermanos pelearse y no hacer las paces durante años. Cada uno hace su vida, tiene su familia pero no se hablan. Es incomprensible. Algunos son incapaces de ver a la ex novia aunque ya se casaron con otra mujer y tienen hijos. Conozco familias que ya tienen 20 años de divorciados y los hijos deben tener cuidado que los padres no coincidan en alguna reunión familiar. No hagas eso a tus hijos. Aprende a perdonar y olvidar.
El error de Jacob fue vivir en un hogar donde vio la división y no superarla. Ciertamente, él no se amargó pero tampoco aprendió y triunfó. Simplemente dejó que todo volviera a suceder en su propia familia. Hay muchos así, sanos en su corazón pero que no tienen virtud nueva porque repiten en su hogar lo que vivieron con sus padres. Algunos dicen que es tradición familiar: “Nosotros los López tenemos la misma enfermedad”. Están resignados al destino de amargura que tal vez iniciaron sus ancestros.
En el caso de la familia de Jacob, sus hijos, nombrados y etiquetados con el problema de división, también se dividieron. Sintieron envidia por su hermano José, el favorito de Jacob, lo vendieron como esclavo y la historia se repitió.
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De: Perla |
Enviado: 17/11/2010 15:27 |
Lo que vives en tu casa puede influenciarte de dos formas. Puede que simplemente imites la vana forma de vivir, como los jóvenes que sufrieron alcoholismo y violencia pero al crecer hacen exactamente lo mismo; o esas jovencitas, hijas de madres solteras que no aprenden a comprometerse con un varón. La otra forma es ser antagonista e intentar hacer lo contrario de lo que sufriste pero con la motivación equivocada. Esos son los padres que dice: “yo abrazo a mis hijos porque mi padre no me abrazó a mi”. Esta actitud es errónea porque vivirás siempre con la culpa y cuando te equivoques, tu conciencia te manipulará haciéndote sentir mal. Ninguna de estas dos conductas es buena, no hay que imitar ni llevar la contraria. Lo mejor es perdonar, olvidar y aprender lo que se debe hacer.
La tercera reacción es la de José que no se amargó. Aunque tuvo suficientes razones, superó el dolor, aprendió de las experiencias vividas, llegó a ser gobernador de Egipto, se casó y tuvo a sus dos hijos.
Génesis 41: 49-52 relata: Recogió José trigo como arena del mar, mucho en extremo, hasta no poderse contar, porque no tenía número. Y nacieron a José dos hijos antes que viniese el primer año del hambre, los cuales le dio a luz Asenat, hija de Potifera sacerdote de On. Y llamó José el nombre del primogénito, Manasés; porque dijo: Dios me hizo olvidar todo mi trabajo, y toda la casa de mi padre. Y llamó el nombre del segundo, Efraín; porque dijo: Dios me hizo fructificar en la tierra de mi aflicción.
Poniendo esos nombres a sus hijos, José declaraba que estaba sano, no tenía reclamos, quejas, heridas, cicatrices, ruinas o cenizas, había olvidado y daba fruto con una familia unida. Añadió virtud a su vida y construyó el hogar que siempre deseó. Eso es precisamente lo que Dios quiere para tu vida, que logres edificar un hogar feliz y estable. La Biblia dice que el Señor nos rescató de la vana manera de vivir que heredamos de los padres. Por medio de la sangre preciosa de Jesús, eres una nueva persona, no tienes que seguir el camino que te trazaron, puedes seguir Su camino porque la sangre que corre por tus venas es la del Hijo de Dios. Ahora perteneces a la familia del Señor, ves las Escrituras y estás convencido de que Él te bendecirá y obtendrás Sus promesas porque te ha dicho cómo se hacen las cosas.
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De: Perla |
Enviado: 17/11/2010 15:28 |
Deja la amargura y sigue adelante
No sé qué vida tuviste y aunque haya sido buena o mala, debes poner tu mirada en el Señor. Puedes imitar las buenas virtudes pero jamás te veas influenciado por lo malo que te afectó. Planea tu vida diciendo: “viviré como Jesús mandó, daré fruto en mi hogar”. El Salmo 128 dice que la mujer del hombre que teme a Jehová será como la vid que dará muchos frutos en la intimidad de su casa. En otras palabras, te volverá loco de amores en la intimidad. También dice que tus hijos serán como el fruto del olivo alrededor de tu mesa, es decir que se amarán y como personas ungidas servirán a Dios, esa es Su promesa. Si fuiste el consentido o la oveja negra, no formes tu vida por lo que hay atrás sino por lo que hay arriba.
Otro buen ejemplo de persona que superó la amargura es Nohemí. Una mujer que perdió a marido y sus dos hijos. Al quedarse sólo con Ruth, una de sus nueras, dijo:”Ya no me llamen Nohemí que significa la mujer bendecida por Dios porque Dios a mi me ha afligido, llámenme Mara que significa amargura”. En esta situación, ayuda a Ruth para que se vuelva a casar con otro hombre, temeroso de Dios y con dinero. Entonces, Ruth tiene un hijo y le dicen a Nohemí que ese hijo servirá para restaurar su alma ya que: “olvidarás los días de tu aflicción”. Esta mujer que perdió a su esposo y a sus dos hijos, también había ganado a su nuera e hijo. Ella podía ver la muerte de unos y amargarse o ver el nacimiento y sentirse bendecida. Así son las familias, todas pierden y ganan por muerte, abandono, divorcios o traición pero también ganan porque nacen niños, los jóvenes se casan y hay gente que brinda amor.
Tú puedes contar con una mano las personas que te han abandonado y con la otra las personas que están a tu lado. Puedes vivir amargado por lo que no te dieron o feliz por lo que sí te han dado. Si sumaras los detalles buenos como cuentas los malos, vivirías feliz. Si agradecieras de la misma forma como te quejas, serías una persona diferente. Algunos sólo cuentan las palabras feas, los regalos que no recibieron pero no cuentan lo bueno. Si aprendes a ver lo que sí tienes y a quienes sí te aman, verás que hay suficiente para vivir plenamente.
No siguas viendo al novio que te dejó porque eso evita que veas a dos o tres jóvenes que te ven con buenos ojos. No te lamentes por ese hijo rebelde que se fue de casa si tienes otros junto a ti. No pongas tu ánimo en lo que provoca lo malo, ponlo en aquello que provoca lo bueno. Aprende a ser una persona con buen corazón que da fruto. Dale gracias al Señor por todo el amor que te ha dado. Deja atrás el mal ánimo y amargura, decide tener paz porque eres hijo de Dios, formas parte de Su familia y desea bendecir tu hogar. |
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