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De: Perla (Mensaje original) |
Enviado: 26/11/2010 20:06 |
¿Héroes Hoy?
Cuando leemos la Biblia, las palabras nos resultan, en general, claras y podemos representarnos las situaciones con nitidez. Podemos, por ejemplo, visualizar a Daniel en medio de tres reinos corruptos y alabamos su nombre porque lo identificamos con un verdadero héroe. Lo mismo ocurre con Ester, la muchacha que tuvo el coraje de enfrentarse al rey sin haber sido llamada a su presencia, para reclamar la salvación de su pueblo. Ese comportamiento podía considerarse una falta de respeto, y el riesgo era recibir el castigo acostumbrado, la muerte, pero también podía encontrar indulgencia. La joven se jugó la vida, literalmente, porque si el rey no hubiera extendido el cetro sobre ella en señal de aceptación, Ester habría muerto. El peligro era de tal magnitud que Ester había pedido que todos los hombres, mujeres y niños de su convicción ayunaran implorando la protección divina para evitar que se cumpliera el exterminio total de los judíos, ley que ya había sido firmada por Asuero. Esa era la misión para la cual esta mujer había sido llamada.
En mi vida, este personaje bíblico ha representado el reto al coraje. Sin embargo, pocas veces analicé el verdadero dolor y, sobre todo, la intensidad del miedo al que debió sobreponerse para presentarse en la corte, donde el rey celebraba un festejo.
Ella vivía con su primo Mardoqueo en el reino de Persia, en tiempos del rey Asuero o Jerjes, de la dinastía faraónica xxvii, y había sido elegida por su belleza entre las jóvenes candidatas a reemplazar a la reina Vasti. Aparentemente, Dios la había puesto en una terrible situación, sin que, en principio, podamos vislumbrar el motivo de tal designio. Para cumplidores fieles de la Ley, ese llamado del rey constituía una deshonra irreparable. Ser elegida candidata significaba la pérdida inmediata de la virginidad, ya que estaba obligada a tener relaciones sexuales con el soberano antes de desposarlo, como parte de la selección. Para la ley judía, eso era fornicación, y la mujer que la cometía era menospreciada y aborrecida. Ester no podría rehacer su vida, en el caso de que la dejaran salir del palacio, o se transformaría en una concubina más del rey si la retenían en palacio. Ella se habrá preguntado muchas veces por la crueldad de su destino: «¿Por qué a mí? ¿Qué hice para merecer esto? Oh, Dios, tú, que conoces nuestra Ley, ¿por qué lo permitiste?». Pero Dios usa cualquier atajo en los planes para conducir a sus hijos a un destino más elevado, aunque al ser humano le parezca inadecuado.
Nos gusta leer sobre los héroes y sus logros, nos animan, infunden aliento…, pero poco reparamos en su lucha física y emocional. Al contrario, damos por sentado que un héroe no tiene conflictos emocionales, lo creemos fuerte, luchador, sin temores, con convicciones muy arraigadas. Pero Ester, por ejemplo, no era así, ella no podía dejar de padecer ante lo que representaba transgredir la creencia de sus ancestros. Y cuando comprendemos la realidad de la vida del héroe, ya no todos anhelamos ser héroes y nos convertimos en personas cautelosas, poco luchadoras. Pensamos si vale la pena, por ejemplo, dar la vida por una nación necia, corrupta, terca de corazón. Y nos respondemos que no porque sabemos que luchar por tratar de salvar algo acarrea sufrimiento o la misma muerte.
Analicemos también la vida de David, otro personaje bíblico. ¿Qué habrán pensado de David cuando formó su ejército con ladrones? «Loco, y ¿tus principios? ¡Juntándote con ladrones! ¿Dónde está el David llamado de Dios? —Eso es lo primero que la gente se pregunta, porque nuestra visión no alcanza a comprender de lo que Dios se vale para llevar a cabo sus planes—. Tú, luchando para ser rey, pobre pastorcito, pastorcito que no tiene ni seguidores, ni experiencia, el que no pudo ni usar el traje de batalla y ha tenido que buscar a los ladrones para tener un ejército… ¿Quién te crees, David?».
La vida de este héroe estuvo llena de sufrimiento, de atentados, de incomprensión. Nadie creyó en él. En casi todos los salmos, leemos frases que lo revelan: «Sácame del hoyo… Dale a mis enemigos lo que merecen…». El dolor fue su sentimiento permanente, aunque él nunca permitió que lo venciera, nunca dejó de creer en el que lo había llamado, su corazón siempre se aferró al Dios que sabía que no lo defraudaría, a pesar de aparentar lo contrario.
Pensemos también cuál fue la vida de Jesús. Vino en tiempos del apogeo del Imperio romano, uno de los gobiernos más corruptos y opresores, un gobierno autocrático. En ese preciso momento de la historia, nació Jesús, el de las promesas. Los sacerdotes fariseos, conocedores de la Torá e intérpretes de la Ley, sabían que vendría un mesías porque todo el contexto coincidía: las promesas, el lugar y la forma de su llegada, la concepción de una mujer virgen. Cuando aparecieron los magos y dijeron: «Hemos leído en el cielo que ha nacido un Rey», probablemente quisieron corroborar si este era el indicado, y toda la profecía lo confirmó. Pero el que había nacido no lo había hecho como se suponía que correspondía a un rey: había nacido en un pesebre. Y eso los indujo a pensar que no era el Mesías esperado, aun cuando la profecía lo señalara. No lo aceptaron por haber nacido en la pobreza, no como el esperado. Ellos querían un rey justiciero, no al Salvador. Este no les interesaba, deseaban libertad externa, alguien que los salvara de los romanos, pero la misión de Jesús era traer Salvación y Redención, enseñándoles que la verdadera libertad comienza en el corazón del hombre. La misión de Cristo como hombre en la Tierra fue una misión de mucho sufrimiento, tanto que terminó en una cruz.
Un ejemplo contemporáneo de un hombre que luchó por sus convicciones es Nelson Mandela. Estuvo preso 27 años, alejado de toda visita y correspondencia. No obstante, no se dejó vencer, estudió en la cárcel y logró su diploma de abogado. Esa poderosa fuerza surgió de la libertad en su corazón. Mandela dijo: «Deja que la libertad reine. El sol nunca se pone sobre tan glorioso logro humano». Cuando verdaderamente se cambia el corazón, la libertad nos puede acompañar.
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De: Perla |
Enviado: 26/11/2010 20:11 |
Jesús fue el único que no tuvo debilidades, pero aparte de El; Daniel, Ester, David, Mandela, Ghandi y tantos otros tuvieron debilidades como cualquier ser humano, tuvieron que vencer sus miedos, como lo dijo Mandela: «Aprendí que el coraje no era la ausencia de miedo, sino el triunfo sobre él. El valiente no es quien no siente miedo, sino aquel que conquista ese miedo».
Pablo dijo: «Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿Tribulación? ó angustia? ó persecución? ó hambre? ó desnudez? ó peligro? ó cuchillo? Ni lo alto, ni lo bajo, ni ninguna criatura nos podrá apartar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro» (Rm 8: 38-39).
Cuando nuestro corazón haya llegado al entendimiento de esa libertad, podremos declarar que nada temeremos. Estaremos listos para poder luchar por una nación que necesita ser libertada de tanta mentira.
Lo único que necesita Guatemala o cualquier otra nación es que el hombre pueda desarraigarse de tanta avaricia y encontrar la libertad, pero eso es una opción personal. Si realmente amamos la nación que nos vio nacer, podemos luchar como cualquiera de estos héroes, podemos enseñarle a la gente lo que es vivir en libertad y reclamar lo que le han robado, SU LIBERTAD. Hoy somos esclavos, miedosos, vivimos sometidos bajo el yugo de la corrupción, a mí me da vergüenza cantar nuestro Himno nacional…
Libre al viento tu hermosa bandera
a vencer o a morir llamará;
que tu pueblo con ánima fiera
antes muerto que esclavo será.
De tus viejas y duras cadenas
tú forjaste con mano iracunda
el arado que el suelo fecunda
y la espada que salva el honor.
Nuestros padres lucharon un día
encendidos en patrio ardimiento
y lograron sin choque sangriento
colocarte en un trono de honor.
Guatemala desfallece en su esclavitud y nadie se atreve a luchar por salvarla, el miedo y la corrupción son sus peores enemigos.
Usted y yo podemos ser héroes también. El héroe es aquel que aprende que la libertad está en su propia decisión. No en la ausencia de miedo, ni en la de la tentación, no en la seguridad de no pecar, como lo hizo David, no en la carencia de sufrimiento. Es tener el coraje de hacer lo que se debe hacer. Es caminar por un destino de gloria y no de deshonra. ¿No habremos nacido para esta hora?
«Nada sobre esta tierra puede detener al hombre que posee la correcta actitud mental para lograr su meta. Nada sobre esta tierra puede ayudar al hombre con la incorrecta actitud mental» (Thomas Jefferson).
Maly de Bianchi ~~POR MI NACION~~ |
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