“¡Hombre de Poca Fe!”
Cristianos, reconozcamos que a menudo
merecemos ese reproche lleno de amor que
Jesús dirigió a Pedro, cuando empezaba a
hundirse en el mar. El viento agresivo
de la prueba a veces nos desestabiliza.
En tales momentos, recordemos cuatro
verdades esenciales:
En primer lugar el Señor resucitado
promete a los suyos: “He aquí yo estoy
con vosotros todos los días, hasta el
fin del mundo” (Mateo 28:20). En ese
“todos los días” están incluidos los
días de prueba.
En segundo lugar, está escrito: “A los
que aman a Dios, todas las cosas les
ayudan a bien” (Romanos 8:28). Algunas
nos hacen llorar, pero también nos
ayudan.
En tercer lugar dice: “Por nada estéis
afanosos, sino sean conocidas vuestras
peticiones delante de Dios en toda
oración y ruego, con acción de gracias”
(Filipenses 4:6). Ninguna necesidad
está, pues, excluida de los temas que
podemos llevar al Señor. Quizás él no
responda inmediatamente, como lo
desearíamos, pero podemos estar seguros
de que lo hará a su tiempo y a su
manera; mientras tanto, la paz de Dios
llenará nuestro corazón.
Por último, recordemos que él es el
“Dios de toda consolación, el cual nos
consuela en todas nuestras
tribulaciones” (2 Corintios 1:3-4).
Frente a nuestras penas, los consuelos
del Señor siempre sobrepasarán nuestras
espectativas.
“Sometida a prueba vuestra fe… sea
hallada en alabanza, gloria y honra
cuando sea manifestado Jesucristo” (1
Pedro 1:7).