La esperanza de paz
Leer | ROMANOS 15.4-13
Enero 14, 2011
A pesar de los mejores esfuerzos del hombre, el anhelo
de paz del mundo sigue sin realizarse. Cada nueva
generación tiene grandes esperanzas en la reconciliación
entre pueblos y naciones, pero al final se enfrenta con
la desilusión.
Un día, Cristo volverá y lo arreglará todo. Hasta
entonces, los creyentes están llamados a ser sus
embajadores de paz. Sin embargo, llegar a ser cristianos
no significa automáticamente convertirnos en personas
buscadoras de bondad y unidad.
A veces, somos irritables e impacientes, y nos resulta
difícil vivir en armonía con los demás. Podemos tener
problemas para abandonar actitudes o hábitos que hieren
a quienes nos rodean —y algunas veces ni siquiera
queremos dejarlos. Dios conoce nuestro verdadero
carácter y ha dado el Espíritu Santo para transformarnos
a la semejanza de Jesucristo. El Espíritu abre nuestras
mentes para entender y aplicar la Biblia. Nos da el
poder de decir no a la impiedad, y para reemplazar el
egoísmo personal por una perspectiva centrada en Cristo.
Él produce pacientemente su fruto en nosotros, que
incluye amor, gozo y paz (Gá 5.22, 23). Con su ayuda,
podemos convertirnos en pacificadores que trabajan para
lograr la reconciliación entre Dios y los hombres (Mt
5.9).
Mientras que nuestro mundo sigue esperando lograr la
paz, nosotros sabemos que la única fuente de unidad
perdurable es Cristo.
El Señor quiere que nuestro corazón sea gobernado por su
paz (Col 3.15), y que nuestras relaciones se
caractericen por un espíritu de unidad. ¡Cuán animados
se sentirán otros cuando vean el poder de Dios en
nuestras vidas, que trae reconciliación a nuestros
matrimonios, familias e iglesias!
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