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JUAN
13.3-15
Diciembre
28,
2010
Israel
puede
ser
una
tierra
polvorienta,
y
los
pies
calzados
con
sandalias
se
ensucian
yendo
de
un
lado
a
otro.
En
la
antigüedad,
la
persona
que
entraba
en
una
casa
se
quitaba
las
sandalias
y se
lavaba
los
pies.
O si
los
dueños
de
casa
eran
ricos,
los
sirvientes
eran
quienes
se
los
lavaban.
Esta
desagradable
pero
necesaria
tarea
le
tocaba
al
sirviente
que
tenía
la
jerarquía
más
baja.
Imagine
la
sorpresa
de
los
discípulos
cuando
el
Hijo
de
Dios
tomó
el
papel
de
un
sirviente
pobre
para
arrodillarse
a
lavar
sus
pies.
La
necesidad
de
este
servicio
era
enorme,
ya
que
habían
estado
viajando
por
un
tiempo.
Pero
nadie
se
ofreció
a
hacerlo.
Jesús
hizo
algo
más
que
cubrir
una
necesidad;
dio
una
lección.
Cómo
Él
aclaró:
"Les
he
puesto
el
ejemplo,
para
que
hagan
lo
mismo
que
yo
he
hecho
con
ustedes."
(Jn
13.15
NVI).
Algunas
iglesias
han
interpretado
erróneamente
esto,
haciendo
del
lavado
de
los
pies
una
ordenanza.
Pero
uno
puede
limpiarle
la
piel
a
otra
persona,
sin
pensar
en
el
significado
de
la
acción
de
Cristo.
En
realidad,
la
acción
en
sí
no
es
el
punto
principal;
la
actitud
es
lo
que
cuenta.
Cristo
desea
que
estemos
dispuestos
a
humillarnos
para
servir
a
los
demás.
Él
está
buscando
hombres
y
mujeres
que
dejen
de
lado
el
orgullo,
la
posición
y el
poder
para
hacer
lo
que
sea
necesario,
dondequiera
que
haga
falta,
y en
favor
de
quien
necesite
ayuda.
Jesús
realizó
sus
más
grandes
y
humildes
actos
de
servicio
en
menos
de
veinticuatro
horas.
Lavó
pies
sucios
usando
las
dos
manos
que
serían
traspasadas
por
los
clavos
el
día
siguiente.
El
mensaje
aquí
es
que
toda
tarea
que
Dios
nos
da,
es
importante
para
su
reino.