Joris Wippe ahogado en secreto, Holanda 1558 d.C.
Mientras Joris Wippe vivía en la oscuridad del papado, era el burgomaestre de la ciudad de Meenen, Flandes. Pero habiendo venido al conocimiento del evangelio, tuvo que huir de la ciudad rumbo a Dortrecht, Holanda, donde vivió como tintorero. Al llegar a ser conocido en poco tiempo por la instigación de algunos enemigos, fue llamado a presentarse delante de las autoridades. Algo alarmado por lo que sucedía, Joris consultó con algunos hombres de influencia para los cuales él realizaba su trabajo. Ellos le aconsejaron que debería presentarse a las autoridades y oír lo que le dirían, pues tenían plena confianza en el magistrado.
Cuando Joris se presentó y los señores del pueblo lo vieron, se consternaron y habrían preferido que él hubiese tomado su cita al magistrado como una advertencia para escapar secretamente, pues ellos no tenían sed de sangre inocente. Pero ya que él se había presentado, el juez se apoderó de él como de alguien que debía perder su vida y sus propiedades de acuerdo al decreto imperial. Esto sucedió el 28 de abril de 1558. Después de su arresto, las autoridades intentaron por todos los medios salvarlo de la muerte, pero no lo lograron.
Él dejó un buen testimonio en cuanto al favor que mostraba con los pobres. E incluso cuando fue sentenciado a la muerte, el verdugo lamentó con lágrimas en sus ojos, ya que él tenía que llevar a la muerte al hombre que había provisto alimento para su propia esposa e hijos. Por tanto el verdugo prefirió dejar su oficio que matar a un hombre que le había hecho mucho bien a él mismo y a muchos otros y nunca había dañado a nadie.
Por consiguiente, en medio de la noche fue ahogado en un barril lleno de agua por uno de los que tenían por oficio capturar a delincuentes, el cual, llevando a cabo el oficio del verdugo, lo empujó hacia atrás y Joris cayó de cabeza al barril lleno de agua.
De esta manera, ofreció su vida al Señor a los 41 años de edad. Al día siguiente, Joris fue colgado de pies en el lugar de las ejecuciones de la ciudad como un objeto de escarnio delante del pueblo. Así, igual que su Maestro, fue contado entre los malhechores.
Joris escribió varias cartas en prisión, tres de las cuales han llegado a nuestra posesión.