La
limpieza del templo
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MATEO 21.12-17
Abril 18, 2011
Para los
discípulos, el Domingo de Ramos debió de haberles
parecido un sueño. Mientras seguían al Señor en el área
del templo, sus voces debieron de haber sido ahogadas
por el clamor de las personas.
El patio de
los gentiles, la única área a la que podían entrar los
no judíos, se había convertido en un mercado al aire
libre. El Maestro y sus seguidores se abrían paso a
duras penas a través de la multitud de clientes que
regateaban con los comerciantes, y que gritaban para
hacerse oír por sobre el ruido del ganado y de las
palomas utilizadas para los sacrificios. Otros
peregrinos se apiñaban alrededor de los mercaderes, y
protestaban por las tarifas abusivas para adquirir la
moneda del templo.
Cristo había
visto suficiente. Irrumpió en el patio, volcó las mesas
y las sillas de los comerciantes, mientras conducía a
los animales a la salida en medio de un gentío que
luchaba por recoger el dinero tirado al suelo. Por
último, cerró el paso para impedir que atravesaran el
templo con las mercaderías (Mr 11.16).
Los
discípulos debieron estar atónitos. Esperaban que el
Mesías juzgara a sus opresores, no a su pueblo y su
templo. Por último, el Señor alzó su voz por encima del
griterío, para recordarles un pasaje que al parecer
habían olvidado: "¿No está escrito: Mi casa será llamada
casa de oración para todas naciones? Mas vosotros la
habéis hecho cueva de ladrones" (v. 17). La muchedumbre
estaba asombrada. Pero los líderes religiosos se
sintieron ofendidos y comenzaron a planear su muerte (v.
18).
Las acciones
de Jesucristo en el templo enfatizaban cuán desmedida es
la oferta de salvación. Él demostró que nadie debe
restringir o estorbar a quienes Dios llama para
salvación.