Leer | 1 CORINTIOS 15.20-58
Abril 12, 2011
Cuando escuchamos la palabra resurrección, la mayoría de nosotros piensa en Cristo resucitando de los muertos, pero su victoria sobre la tumba demuestra lo que sucederá con nosotros, también. Un día, cada persona que haya muerto experimentará una resurrección corporal como la de Cristo, y quienes estén vivos cuando Él regrese, serán transformados de mortales a inmortales en un abrir y cerrar de ojos.
Una de las primeras preguntas que nos viene a la mente es: ¿Qué aspecto tendré? No puedo responder a eso específicamente, pero lo único que sé es que luciremos lo mejor que el Creador pueda hacernos. Estos humildes cuerpos terrenales serán transformados en cuerpos gloriosos como el de Él. Los escritos del apóstol Pablo ofrecen algunas pistas acerca de sus características: serán imperecederos, gloriosos, poderosos y espirituales. Como tales, serán ideales para vivir en el cielo. Nunca experimentaremos de nuevo el pecado, la enfermedad, el dolor, el sufrimiento, la debilidad, el agotamiento y la muerte.
A veces, las personas me preguntan si seremos reconocibles, es decir, si reconoceremos a nuestros seres queridos, y si ellos nos reconocerán a nosotros. Considere lo siguiente: ¿Cómo podrían unos cuerpos tan poderosos y gloriosos estar limitados, si estarán tan avanzados en todo lo demás? Estoy plenamente convencido de que todos nuestros sentidos y capacidades mentales serán mejorados, no disminuidos.
Nos espera un futuro glorioso, pero el gozo de un nuevo cuerpo, y el reencuentro con nuestros seres queridos, será sobrepasado por la emoción de ver a Dios. Él es quien hizo todo esto posible. En agradecimiento, amémosle y sirvámosle con fidelidad mientras sigamos estando en esta tierra.