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Hay momentos en que acumulamos tanto estrés que las opciones para escoger son pocas o radicales. Reír o llorar; explotar o tranquilizarnos. Tirarnos al suelo o seguir caminando. Creer o dudar; confiar o desconfiar. Y de la alternativa que escojamos, dependerán los resultados.
Hoy he tenido que sentarme, esperar o sonreír. Parezco loca, pero estoy bastante cuerda. Es que la fila en la que estoy es bastante larga. De nada me sirve malhumorarme, precipitarme o acelerarme. ¿Para qué afear mi rostro y llenarlo de arrugas? Si como quiera voy a tener que esperar.
He elegido entonces disfrutar de la compañía de quienes me rodean, sonreír ante las curiosidades e ideas que expresan; meditar y rescatar todo lo bueno que he aprendido en esta mañana.
No te agites porque tenías prisa y las cosas no te han salido como pensabas. Muchas veces de cuántas cosas nos libra Dios cuando cambia los planes que teníamos.
¡No temas, sonríe y échale el resto a lo que te falta por hacer el día de hoy! Si no terminas hoy, seguramente habrá tiempo mañana. Dios te bendiga y no permitas que nada te turbe y te robe la paz que Dios quiere que conserves.
Autora: Brendaliz Avilés