¿Fracasaste? ¡Animo!
Desde hace poco más de dos años, trabajo en un medio donde los errores, lejos de enseñar, muy lejos de servir para capitalizar experiencia; sin importar qué tan graves o leves sean, provocan gran angustia, temor y frecuentes conflictos. No debería ser así. No es necesario que sea así. Cuando las fallas se capitalizan a favor, surgen las metodologías para evitarlos la próxima vez. Se aprende, y todos crecemos. Por lo que un error en nuestro trabajo no es motivo ni excusa para la falta de respeto, ni para generar situaciones que lejos de contribuir a darles solución, no hacen otra cosa que añadir un problema más al ya existente.
Haciendo un balance hasta hoy, descubro que en estos dos años no aprendí prácticamente nada, que no tengo motivación ni incentivo alguno y que cuando la balanza acusó casi 15 kilos menos de peso, es porque mi salud ya está dando voces de alarma.
Si bien doy las gracias a Dios porque cada mañana me levanto muy temprano para ir a trabajar, no para buscar trabajo, durante meses he vivido lamentando y preguntándome cómo pude venir a meterme en este lugar, cómo pude hundirme en semejante fracaso. Profunda tristeza, amargura, frustración, invadieron mi corazón. Me encontré de pronto, como atrapado en una mina bajo una montaña de rocas, como los mineros chilenos. Donde hoy tengo más incertidumbres que certezas, más penumbras que luces.
No podía perdonarme a mí mismo haber cometido semejante error. No podía perdonar a quienes son causa de mis problemas.
Tal vez en ese o en otro ámbito de tu vida, te sientes o te sentiste así alguna vez.
Aprender a perdonarme a mí mismo y a las personas que me hacen tanto daño, me ayudó a aliviar esa gran carga que tenía en mi corazón. Comprender que se trataba sólo de una caída en batalla, no de una guerra perdida, me sirvió para capitalizar la experiencia del error. Hoy busco con esperanzas otra cosa, confiado en que pronto estaré mejor.
No es un fracaso caer en batalla. Sí lo es, no levantarse para seguir luchando.
Autor: Luis Caccia Guerra