El yelmo de la salvación
Para no dar pie al enemigo y estar protegidos de todas partes contra sus ataques, necesitamos tomar
el “yelmo de la salvación”. Cada día deberíamos marchar con la conciencia y el gozo de la perfecta
salvación en Cristo, que Satanás no puede destruir ni quitar. Sólo así protegeremos nuestra cabeza
de manera práctica, como lo hace el yelmo en el día del combate.
El escudo es una figura de lo que Dios es por nosotros, y el yelmo de lo que hizo por nosotros.
La salvación, tal como nos la presenta la epístola a los Efesios, no incluye solamente nuestra
perfecta redención, el perdón de nuestros pecados, la liberación de nuestro estado de corrupción,
de la esclavitud del pecado, y del poder del enemigo; sino que la salvación consta también del
hecho de que estamos en Cristo, y en él hemos sido llevados a los lugares celestiales. Nuestra
salvación es tan perfecta, inalterable e imposible de perder que no debemos ocuparnos más de
nosotros mismos. Todo está asegurado, el yelmo puede estar expuesto a todos los golpes.
La salvación nos da valor y energía; así somos libres para ser activos para el Señor por el poder del
Espíritu Santo, sin que estemos en nada atemorizados o impedidos por cualquier razón que nos concierne.