« Escuchad, pueblos, la palabra del Seño; anunciadla
en los confines de la tierra: Mirad a Nuestro
Salvador que viene; no temaís. »
"Ahora, por tanto, nuestra paz no es prometida, sino enviada;
no es diferida, sino concedida; no es profetizada, sino realizada:
el Padre ha enviado a la tierra algo así como un saco lleno de misericordia;
un saco, diría, que se romperá en la pasión, para que se derrame
el precio de nuestro rescate que contiene; un saco que, si bien es pequeño,
está ya totalmente lleno. En efecto, un niño se nos ha dado,
pero en este niño habita toda la plenitud de la divinidad."