Título: El corazón perdonador
B. El perdón concedido
El siervo en esa parábola le había fallado al rey y había incurrido en una deuda que jamás podía pagar. Sólo podía hacer una cosa. Cayendo de rodillas ante el rey, el siervo le pidió misericordia (Mateo 18:26). Aunque era imposible pagar tal cantidad, el siervo le pidió tiempo para pagarle la deuda.
El rey sabía que era imposible que le pagara la deuda. Movido a misericordia, el rey perdonó la deuda (v. 27). Al hacer eso, el rey hizo algo más que sentir compasión por el siervo; también lo amó. Al perdonarle esa deuda, el rey además trató al siervo como uno de los suyos. Vio al siervo como algo más que un deudor; lo vio como persona.
Pregunta: ¿Cómo el perdón del rey ejemplifica el perdón de Dios?
El rey representa a Dios, mientras que el siervo representa al pecador. No puede calcularse el perdón que nos ha concedido Dios. Debido a nuestro pecado, tenemos una deuda incalculable con Dios. No tenemos esperanza alguna aparte de su misericordia, pero Él nos ha mostrado gran compasión.
La palabra traducida "perdonó" en el versículo 27 ilustra el perdón de Dios de los pecados (véase Mateo 6:14,15). Para nuestra forma de pensar, nuestra única esperanza de evitar el castigo sería que de algún modo pagáramos la deuda. Pero Dios sabe que es imposible que paguemos la deuda de nuestros pecados. Dios responde con gracia inimaginable a nuestras súplicas de misericordia. Mediante la obra expiatoria de Cristo, sencillamente nos perdona la deuda y nos restituye a una buena relación con Él.
Cuando nos rendimos a Dios, no hay penitencia alguna que cumplir ni castigo alguno que sufrir. El evangelio del perdón resuena en este pasaje, y va en crescendo mientras la misericordia de Dios se contrasta con la conducta despiadada del siervo en los versículos siguientes.
III. Necesidad de perdón (Mateo 18:28-30)
A. El perdón negado
El siervo a quien el rey había perdonado salió de la presencia del rey y se encontró con otro siervo que le debía dinero, y le exigió que le pagara (Mateo 18:28). Este siervo le pidió misericordia, tal como había hecho el primer siervo ante el rey (v. 29). Mientras que la cantidad de la deuda del primero era enorme, la deuda de este otro era insignificante. Cien denarios serían hoy sólo algunos dólares.
Aunque al primer siervo se le acababa de perdonar una deuda increíblemente enorme, reaccionó con ira y falta de perdón al clamor de misericordia de su consiervo. Incluso recurrió a la violencia física. Olvidando el perdón que acababa de recibir, echó en la cárcel a su consiervo hasta que pudiera pagarle la deuda (w. 28-30).
Pregunta: ¿Por qué trató el primer siervo con tanta rudeza a su consiervo?
Es evidente que el siervo no se sintió conmovido por la misericordia que se le había mostrado. A diferencia de su propia deuda, cien denarios se pudieran haber pagado fácilmente. Pero el corazón del siervo era malo, y no fue transformado por la benevolencia del rey. Cuando tuvo la oportunidad de imitar la misericordia que había recibido, se negó a mostrar misericordia.
B. El rencor y la gracia
La conducta injusta del siervo no pasó inadvertida. Algunos siervos le informaron al rey acerca del siervo ingrato. El rey se enojó y le retiró su misericordia (Mateo 18:31-34.).
Pregunta: ¿Por qué el rey retiró su misericordia? "
El rey se asombró de que su siervo se negara a perdonar una deuda insignificante cuando le había perdonado a ese siervo una deuda de proporciones infinitas. El rey reconoció la maldad en el corazón de ese siervo y lo condenó a ser encarcelado y torturado hasta que pagara la deuda.
Como no había mostrado misericordia, no recibió ninguna. Como no estuvo dispuesto a perdonar una deuda insignificante, perdió su perdón de una deuda mucho más grande.
El perdón de Dios exige que seamos a la vez perdonadores. Cualquier pecado cometido contra nosotros es insignificante al compararse con el pecado que hemos cometido contra Dios. Pero cuando clamamos a Dios, recibimos su misericordia y su perdón.
Pregunta: ¿Por qué no nos perdonará Dios si no somos perdonadores?
La falta de perdón no es consecuente con lo que significa ser hijo de Dios. Al pueblo de Dios se le llama a reflejar su naturaleza. Dios es misericordioso y perdonador, y Él espera que también lo sean sus hijos. Como Dios es perdonador, es contradictorio llamarse cristiano mientras se alberga amargura hacia otro creyente.
Según el versículo 35, hay un castigo para la falta de perdón. Un cristiano que se niega a perdonar está haciendo algo muy peligroso. Finalmente perderá el perdón de Dios. Esto tiene consecuencias eternas.
En esta vida pudiéramos ser heridos por los demás, incluso por hermanos en la fe. Ese es un lamentable resultado de la imperfección humana. Pero es posible el perdón. En realidad, podemos perdonarnos los unos a los otros con regocijo cuando recordamos el perdón insondable que nos ha concedido nuestro Padre celestial.
Aplicación
Vivimos en un mundo muy ególatra. Y en la búsqueda de beneficio social y material, las personas pueden resultar heridas por la conducta egoísta de los otros. Aun en la iglesia, las personas sufren por la conducta descuidada o indiferente de los demás. Pero los creyentes no podemos reaccionar como el mundo, con amargura o falta de perdón. Cristo nos ha ordenado que hagamos todo lo posible por reconciliarnos con quienes nos hayan ofendido.
Tal vez alguien lo haya ofendido y usted necesite hacer un esfuerzo por restablecer su relación con esa persona. Pídale a Dios que le ayude mientras usted habla con esa persona. Crea que Dios obrará en el corazón de esa persona también. Perdone a esa persona de todo corazón.
Tomado de El Maestro. Edi. Vida
Fondo hecho por PerlaMinisterioMujeresenVictoria
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