Nuestro Príncipe de Paz
El ajetreo de la Navidad ya está aquí. Hay que hacer planes, comprar regalos e ir a fiestas.
A veces, estas actividades nos dejan agotados y malhumorados; en vez de darnos paz y
alegría. O tal vez esta época del año solo trae recuerdos tristes y soledad. Las expectativas
poco realistas y los conflictos con los seres queridos, a menudo nos dejan
deprimidos y desanimados.
¿Cómo puede el Señor Jesús ser nuestro Príncipe de Paz, cuando nuestras expectativas y
costumbres luchan contra la quietud que tanto deseamos? Para entender por qué le fue
dado a Jesús ese título, debemos primero entender lo que significa. Primero, el Hijo de
Dios no vino para acabar con todos los conflictos —al menos no todavía. Un día, él volverá
a la Tierra y reinará como Rey en un ambiente de armonía, pero ese no fue el propósito de
su primera venida. Por tanto, mientras estemos en este mundo,
tendremos problemas (Jn 16.33).
Cuando Cristo dejó el cielo para convertirse en un bebé, su objetivo fue darnos paz
para con Dios al reconciliarnos con el Padre celestial. Su muerte en la cruz pagó completamente
nuestra deuda de pecado, y nuestra relación con Dios fue restaurada. Ahora, él nos ofrece
paz divina —una tranquilidad interior que llena nuestros corazones y mentes,
no importa cuáles sean nuestras circunstancias.
¿Se caracteriza su vida por una serena seguridad que guarda su corazón y su mente
durante todo el día (Fil 4.6-7), o las circunstancias estresantes le dejan deprimido o ansioso?
Trate de apartar tiempo cada día para fijar sus ojos en Jesús,
y deje que él sane su corazón y tranquilice su espíritu.
Dr. Charles F. Stanley
6 Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado,
y el principado sobre su hombro;
y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte,
Padre Eterno, Príncipe de Paz.