"El aguijón supremo de la enfermedad y la muerte es la angustia. Es peor la angustia que la enfermedad, es preferible la paz que la salud.
La paz extrae a la muerte su aguijón más venenoso, que es la angustia. Eliminada la angustia, la muerte deja de ser muerte porque ha sido derrotada. Así pues, la victoria sobre la muerte se llama paz, supremo don divino que sólo viene por el camino de la entrega de mi voluntad a la voluntad del Padre, como decía Jesús en la agonía de Getsemaní; 'No se haga lo que yo quiero sino lo que quieras tú'.
Si la muerte está llamando a la puerta, nada se consigue con resistir: lo acertado es abrirle la puerta porque, de otra manera, te la va a derribar violentamente. Es locura pasar días y noches amargándose, presa de pavor: esa es la victoria de la muerte sobre el hombre.
¿Qué hacer? Reclinar la cabeza en sus manos, abandonar toda resistencia, cerrar la mente y la boca, extender a Dios un cheque en blanco, diciéndole: cuando quieras, como quieras, llévame".
Ignacio Larrañaga. Ofrenda de Amor. Las fuerzas de la Decadencia
"Algún día estaremos en gloria y mirando el rostro del Señor diremos:
Oh Dios, gracias te doy porque no me desechaste a pesar de mi camino perverso y torcido, y me pusiste en tus perfectos caminos.
Te doy gracias porque me condujiste a rendir mi vida humilde a ti.
Te doy gracias que día a día, al caminar en el sendero del servicio, me permitiste recoger una por una las hebras doradas del propósito que tenias para mi vida.
Te doy gracias que tal como un sendero sube por los costados de una gran montaña, el sendero de la vida ha sido un continuo avanzar a través de las tinieblas, en la luz, en las tormentas, en sombras, en debilidades y lágrimas, en fracasos y vacilaciones, y me has conducido hasta el final predeterminado. Ahora que veo mi vida terminada, ya no por espejo en oscuridad, sino cara a cara ante el esplendor de tu gloria, te doy gracias, oh Dios, te doy gracias que todo aconteció conforme a tu plan..."
James Mc Conkey citado por Sra. Cowman en 'Manantiales En El Desierto'
"Es el momento ideal (cuando la muerte es inminente) para experimentar que el poderoso y amoroso Padre no sólo está conmigo sino que me ama ahora más que nunca, y está con los brazos amorosamente abiertos para acogerme en el lugar de su corazón para siempre.
Sólo hace falta que se rasgue el velo del misterio y a partir de ese momento va a explosionar por los espacios infinitos un estallido de felicidad que nunca acabará.
Mientras tanto, hasta que se rompa el velo y resuene el estallido, una presencia más cierta y real que yo mismo, infinitamente más amorosa que mi madre, está velando amorosamente mi agonía, y a mí no me resta otra actitud que reclinar mi cabeza en sus manos, y dejarme acoger en sus brazos que se abren como amplios horizontes".
Ignacio Larrañaga. Fe Sólida. Las fuerzas de la Decadencia