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¿A dónde va usted?
Cuando escuché la historia, me causó mucha gracia. Los cuatro polizones rieron de buena gana conmigo. No era para menos. Recordé a los israelitas, camino del desierto. Iban tras la tierra prometida, sin embargo, a las puertas de la libertad todavía añoraban la carne, los melones, los ajos y las cebollas que comían durante su permanencia en Egipto, bajo la triste condición de esclavos.
La Biblia relata que: "Y la gente extranjera que se mezcló con ellos tuvo un vivo deseo, y los hijos de Israel también volvieron a llorar y dijeron: ¡Quién nos diera a comer carne! Nos acordamos del pescado que comíamos en Egipto de balde, de los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos; y ahora nuestra alma se seca; pues nada sino este maná ven nuestros ojos" (Números 11:4-6).
Igual que ellos, muchos hoy día andan buscando el lugar indicado en su vida. Pero no lo encuentran, porque están errados en su búsqueda. Y como los aventureros de la historia, terminan en el mismo lugar. Perdidos. Sin esperanzas. Si queremos un verdadero cambio en nuestra existencia, debemos volver la mirada a Jesucristo. El puede renovar nuestra existencia. ¡Es hora de comenzar!¡No siga buscando su realización personal y espiritual por el camino equivocado!
Sepa que el día para tomar la decisión de recibir a Jesucristo es hoy. Es el principio de una nueva vida...
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Si queremos un verdadero cambio en nuestra existencia, debemos volver la mirada a Jesucristo. El puede renovar nuestra existencia. ¡Es hora de comenzar!¡No siga buscando su realización personal y espiritual por el camino equivocado!...................................................
Todas las personas casi andan caminando por la misma direcciòn, equivocados, confundidos,
perdidos, casi vencidos en su caminar, olvidandose que si se quiere caminar correctamenta,
ùnicamente podemos hacerlo, poniendo la mirada, la confianza, y la fe en aquel que es el
dueño de toda fortaleza, gloria, santidad y perdòn. hay parar, analizar, reflexionar y comenzar
a caminar el camino de Dios, no el nuestro, porque ese es de conveniencia.
araceli |
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