. La alabanza de nuestros labios constituye nuestro sacrificio a Dios 15 Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre” Para aquellos judíos creyentes en Cristo, a quienes en primera instancia iba dirigida esa epístola, por ser ya verdaderos cristianos, no podían adorar con los judíos en el templo de Jerusalén, ofreciendo sus sacrificios por medio de mediadores (los sacerdotes), por lo tanto se les insta aquí a adorar y a alabar por sí mismos, no presentando ningún animal u ofrenda material, sino con el simple fruto de sus labios, cumpliendo así la profecía de Oseas: “Llevad con vosotros palabras de súplica, y volved a Jehová, y decidle: Quita toda iniquidad, y acepta el bien, y te ofreceremos la ofrenda de nuestros labios” (Oseas 14: 2) Veamos también en Isaías: “Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados. Porque no contenderé para siempre, ni para siempre me enojaré; pues decaería ante mí el espíritu, y las almas que yo he creado. Por la iniquidad de su codicia me enojé, y le herí, escondí mi rostro y me indigné; y él siguió rebelde por el camino de su corazón. He visto sus caminos; pero le sanaré, y le pastorearé, y le daré consuelo a él y a sus enlutados; produciré fruto de labios: Paz, paz al que está lejos y al cercano, dijo Jehová; y lo sanaré” (Isaías 57: 15-19) Ese fruto de labios que confiesan el nombre de Cristo, hay que entenderlo como cánticos elevados a Él, y también como cualquier manifestación vocal de gratitud a Cristo por su obra de la cruz, y también el confesarlo a otros. Se nos capacita a ofrecer sacrificios, porque cada uno de los verdaderos creyentes somos sacerdotes del Dios vivo, así como aquellos sacerdotes del A.T. constituyeron el modelo o sombra de lo que luego iba a ser: “…vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo” (1 Pedro 2: 5) Debemos afirmar nuestra fe con la verdad y la gracia de Dios, dejando de lado aquella doctrina o enseñanza que nos aparta de esa verdad. Al vivir de ese modo, somos excluidos de este mundo, que sólo vive para sí y a su manera, para vivir llevando el vituperio de Cristo, lo cual implica su muerte en nosotros, para que así podamos vivir por Él. Entendemos, por tanto, que no tenemos patria permanente en este mundo, sino que nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde esperamos a nuestro Salvador, al Señor Jesucristo. Así que, mientras estemos en este mundo, ofrezcamos al Señor sacrificios de alabanza, que como tales, nos cuestan ya que son sacrificios, y declaran el reconocer quien es Dios y su Cristo, a pesar de todas las aflicciones temporales. Dios les bendiga. © Miguel Rosell Carrillo, pastor de Centro Rey, Madrid, España
Somos siervas de Dios que trabajamos por la restauración integral del Cuerpo de Cristo y especialmente en la restauración de la mujer en todas las áreas
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