Rendición
El corazón de la adoración es rendirse, entregarse. La palabra rendición es poco popular, es tan fea como la palabra sumisión. La rendición evoca imágenes desagradables […] La cultura actual de competitividad nos enseña a que nunca debemos darnos por vencidos y que nunca debemos rendirnos; no se oye mucho hablar de rendirse. Si todo se trata de ganar, rendirse es inconcebible. Preferimos hablar de ganar, triunfar, superar las dificultades y conquistar; nada de ceder, someternos, obedecer o entregarnos. Pero la entrega a Dios es el corazón de la adoración. Es la respuesta natural al asombroso amor y misericordia de Dios. Nos entregamos a él, no por temor u obligación, sino por amor, porque él nos amó primero. […]
La rendición a Dios no es resignación pasiva, ni fatalismo, ni una excusa para la pereza. No es aceptar el estado actual de las cosas. Todo lo contrario: es sacrificar nuestra vida y sufrir para cambiar lo que se debe modificar. Dios suele llamar a las personas consagradas a luchar por él. La entrega no es para cobardes ni para quienes se dejan pisotear por todo el mundo. Tampoco significa dejar de pensar racionalmente. ¡Dios no quiere desperdiciar la mente que te dio! No quiere robots a su servicio. La entrega no implica reprimir nuestra personalidad. Él quiere usar nuestra personalidad, que es única. En lugar de reducirla, nuestra entrega la potencia
Tomado de
Una Vida con Propósito
Rick Warren, Editorial Vida
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