Lo que el ser humano más necesita es a Dios. Por más que el hombre se empeñe en negarlo, hay un vacío en el ser humano que sólo su Creador puede llenar. Siempre que tratamos de satisfacer nuestras necesidades sin tomar en cuenta a Dios, terminamos aun más vacíos. Nada que podamos hacer por nosotros mismos podrá satisfacer los anhelos más profundos de nuestro corazón. La paz espiritual es algo que no podemos comprar con riquezas; Cristo es el único que puede dárnosla.
Dios puso en nosotros la necesidad de pertenecer a algo o alguien superior a nosotros.El problema está en que andamos en busca de la persona perfecta que pueda satisfacer nuestras necesidades. Nadie puede hacer por nosotros lo que sólo Dios puede hacer. Ninguno de nosotros puede satisfacer todas las necesidades de su cónyuge, de sus hijos, de sus padres o de sus amistades. Todas nuestras inseguridades se desvanecen cuando llegamos a comprender quiénes somos en Cristo.No obstante, muchos no saben que hay un proceso a seguir si quieren que Dios supla todo lo que necesitan.
Hay muchos que no saben cómo dirigirse al Señor para presentarle las necesidades que tienen.
Quizá sientan temor de hacerlo o creen que Dios no se interesa en sus asuntos. Pero nuestro Padre celestial no está interesado en la manera que le hablemos o cómo nos dirijamos a él. Lo que más le interesa es que le busquemos y nos acerquemos a él. Lo que él mira es la disposición de nuestro corazón y está atento al menor susurro que salga de éste.
Pidámosle que nos ayude a discernir entre lo que es una necesidad verdadera y lo que es un deseo.No todo deseo nace del egocentrismo, porque la Biblia dice que Dios nos da los deseos de nuestro corazón. Cuando lo que buscamos es hacer su voluntad, tendremos una inclinación natural a hacer las cosas que a él le agradan.