Irving Berlin tenía cinco años de edad cuando vio a los soldados rusos quemar su casa. Era el año 1893,
y la persecución de los judíos aumentaba en toda Rusia. Tratando de escapar de la violencia que crecía,
la familia Berlín se mudó a los Estados Unidos. Pasaron por la isla Ellis, como muchos de los otros
inmigrantes, y se establecieron en Nueva York.
La familia Berlin estaba muy agradecida por este país, en el que encontraron refugio seguro. La madre
de Irving decía con frecuencia: “Dios bendiga a Estados Unidos de América” por gratitud. Ella inspiró a
su hijo a escribir la canción que después serviría de aliento a nuestra nación, cuando las nubes tormentosas
de la Segunda Guerra Mundial se amontonaban sobre Europa.
“God Bless America” fue la oración de Irving Berlin, pidiendo a Dios que protegiera a nuestra nación,
que la bendijera y que la ayudara a progresar. Yo creo que el Padre celestial, sin duda, nos ha
dado lo que necesitamos, de maneras asombrosas.
Tal vez usted se esté preguntando, qué significa que Dios “bendiga” a Estados Unidos de América.
Mi concepto de bendición es cualquier expresión de la bondad y el amor de Dios hacia nosotros,
incluyendo su provisión, su protección, su favor y las respuestas a nuestras oraciones.
Hace algunos años, uno de mis amigos se dedicó a tomar fotografías desde pequeños aviones y
planeadores. Su meta era fotografiar la maravillosa geografía de los Estados Unidos desde unos
150 metros de altura, una perspectiva diferente a la que estamos acostumbrados. La colección de
imágenes que recopiló fue extraordinaria. Mostraba de primera mano la manera como Dios había realmente
dotado a nuestra nación con una abundancia de belleza natural; como habría dicho Berlin: “Desde las
montañas, y hasta las praderas y los océanos con su blanca espuma”.
Sin embargo, nuestra tierra no solamente es magnificente y diversa. También hemos sido bendecidos con
abundantes recursos, libertad religiosa y una Constitución basada en principios bíblicos.
Pero el Señor ha bendecido a Estados Unidos en otra forma, aun más importante, y es con la ayuda de
usted. Proverbios 11.11 (La Biblia al Día, en paráfrasis) nos dice: “La buena influencia de los ciudadanos
justos hace prosperar la ciudad”. En otras palabras, el Padre celestial hace posible que nuestra nación
florezca por medio suyo y de creyentes como usted.
Es así, porque la obediencia a Dios, siempre trae bendición. Las cosas que hacemos, las decisiones que
tomamos y la manera como escogemos vivir, tienen un impacto?más grande de lo que nos damos cuenta
sobre quienes están a nuestro alrededor (Dt 28.1-14). Nuestra influencia puede afectar positivamente
a nuestras comunidades, ciudades, estados, naciones y el mundo. Pero aun más importante, nuestra
fidelidad a Dios tiene una influencia poderosa sobre nuestros hijos, nuestros nietos
y las generaciones futuras.
De hecho, a lo largo de los primeros años de nuestra nación, cuando hubo períodos de oscuridad y
confusión, solo bastó un grupo de ciudadanos que confiaban en el Señor Jesús, que creían en la Palabra
de Dios, que estaban consagrados a la oración y que se dieron a sí mismos abnegadamente, para definir
el rumbo de esta nación y producir los cambios.
Creyentes como usted han marcado siempre una tremenda diferencia en esta nación. Pero ¿cómo podemos
asegurarnos de seguir siendo los instrumentos de la generosidad de Dios para con Estados Unidos?
Primero, debemos seguir creciendo en nuestra relación con el Padre Celestial por medio de la
oración y estudio de su Palabra. Es absolutamente fundamental que nos humillemos delante de Él y
que busquemos su presencia, guía y sabiduría. Porque mientras más cerca estemos de Dios, más grande
será la influencia que podremos ejercer en las vidas de los demás (Pr 11.11).
Segundo, debemos interceder a favor de la nación, esperando con paciencia la dirección del Señor.
Los problemas de nuestra nación no son solo económicos, morales, diplomáticos o ideológicos; hay siempre
asuntos espirituales en juego. Debemos pedir al Señor que cambie la dirección en que está yendo nuestro
país y que nos dé sabiduría para saber cómo honrarle mejor (1 T 2.1-4).
Tercero, debemos obedecer. Como ya he dicho, la obediencia trae siempre bendiciones. Al Señor le
corresponde cambiar el corazón de nuestros compatriotas, pero lo hará cuando nos sometamos a Él,
permitiéndole que actúe por medio de nuestro amor, servicio y testimonio. Por tanto, “así alumbre vuestra
luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro
Padre que está en los cielos” (Mt 5.16).
El Salmo 33.12 (NVI) enseña: “Dichosa la nación cuyo Dios es el SEÑOR”. Yo creo que al igual que la
familia de Irving Berlin, muchísimas otras familias inmigrantes han descubierto que Estados Unidos es
un lugar de refugio seguro, gracias a la santidad y a la consagración de quienes nos han precedido.
Determinamos el carácter de cualquier nación cuando nos identificamos con Dios y lo representamos
delante de nuestros conciudadanos. ¿Seguiremos siendo un canal del favor y de la provisión de Dios
para esta nación? ¿Obedeceremos la Palabra de Dios, nos consagraremos a la oración y nos daremos
abnegadamente para cambiar el rumbo de esta nación, como lo hicieron los cristianos que nos precedieron?
Mi oración es que sea así. Creo que el futuro de nuestra nación depende de esto. Por tanto,
que el Señor nos dirija siempre y siga bendiciendo a Estados Unidos de América.
Fraternalmente en Cristo,
Charles F. Stanley