Alguien por quien valga la pena arriesgarme, aunque tenga mis temores. En el último discurso
que pronunció Martin Luther King, relató su propia experiencia por el antiguo camino de Jericó.
Cuando vio el traicionero y sinuoso camino, se dio cuenta de cuán preocupados debieron haber
estado el sacerdote y el levita de Lucas 10 en cuanto a su propia seguridad, al ver al hombre moribundo.
El Dr. King concluyó que, más allá de su temor de volverse ceremonialmente impuros, ellos pueden muy
bien haberse sentido preocupados de que hubieran ladrones cerca, o de que el hombre lo estuviera
atrayendo a una trampa.
El Dr. King vio lo fácil que es hacernos la misma pregunta: Si me detengo a ayudar, ¿qué me pasará a mí?
“Pero luego”, dijo, “vino el Buen Samaritano, y éste puso la pregunta al revés: ‘Si no me detengo a ayudar
a este hombre, ¿qué le pasará a él?’’’ En esencia, lo que Jesús quiere es que invirtamos la pregunta, para
que podamos poner a otros antes que a nosotros mismos.
Alguien que es amado y valorado por Dios, a pesar de mis prejuicios. Los líderes religiosos solo
vieron a un hombre indigno, que podía trastocar sus vidas o causarles daño. Mientras que el samaritano
vio a otro ser humano que merecía ser tratado con dignidad. Es evidente que el samaritano reconoció al
hombre como un individuo con un futuro, no simplemente alguien definido por su situación presente.
Alguien a quien tengo los medios para demostrarle amor. No siempre es fácil amar a alguien en la misma
medida que nos amamos a nosotros mismos. Por el contrario, eso exige la decisión de reconocer la verdad
acerca de cómo Dios ve a esa persona, y nuestra voluntad de actuar. Pero la parábola de Jesús revela dos
cosas maravillosas que brotan de esta decisión a veces dolorosa.
En primer lugar, aunque usted tenga reservas, Él le ha preparado para que sea sus manos y sus pies, y por
tanto, le dará lo que quiere que usted dé. En segundo lugar, la persona que Él ha puesto en su camino
tiene algo que darle a usted: la oportunidad de crecer espiritualmente. Si el Señor le dirige a alguien que
tiene una necesidad, lo más probable es que Él también tenga la intención de utilizar a esa persona en su vida.
Solo tiene que mantener sus ojos y sus oídos abiertos para recibir de esa persona cualquier cosa con la que
el Señor quiera bendecirle. Porque, al fin y al cabo, usted también es el prójimo de alguien.