Leer | GÉNESIS 37-39
Cuando no entendemos lo que Dios hace, o por qué, sus caminos nos parecen desconcertantes. Cuando los impíos parecen triunfar sobre los justos nos preguntamos por qué no interviene el Señor. Pero la verdad es que Él utiliza con frecuencia a los impíos para lograr sus propósitos.
José se enfrentó a muchas personas duras de corazón durante sus años en el exilio. Sus hermanos lo enviaron a Egipto. La esposa de su jefe lo acusó de un delito terrible, y aun a quienes ayudó, como el copero de Faraón, se olvidaron de él (Gn 40.23). Las acciones (o aparente falta de acciones) de Dios no tenían sentido en ese momento.
Pero después que se escribió de forma total la historia de la vida de José, fue evidente que todos los que habían causado algún daño o abandonado al joven, tuvieron parte en el plan de Dios. El Señor utilizó a muchas personas a lo largo de varios años para poner en el poder y en el momento justo, sin que nadie lo esperara, a un joven hebreo y humillado, para salvar a sus parientes de los efectos de la hambruna.
En nuestras circunstancias, podemos ver las acciones de Dios solo desde nuestra condición humana. Experimentamos los hechos que Él ha permitido o causado, pero no podemos discernir lo que está pensando. Muchas veces, las metas y los propósitos de Dios están ocultos de nosotros hasta que sus planes se realizan.
Debido a que Dios es soberano sobre toda la tierra, podemos tener la seguridad de que Él tiene el control de cada situación y de que está obrando en favor de sus hijos. Los impíos pueden triunfar por un tiempo, pero la victoria final y eterna le pertenece a Cristo y a sus fieles seguidores.