Es peligroso no ser vasos puros
Las Escrituras registran que la vida licenciosa de Sansón, sin ningún miramiento por la consagración que debía conservar, llevaron a su separación de Dios. "Luego ella (Dalila) gritó: ¡Sansón, los filisteos se lanzan sobre ti! Sansón despertó de su sueño y pensó: "Me escaparé como las otras veces, y me los quitaré de encima". Pero no sabía que el Señor lo había abandonado" (Versículo 20). Las consecuencias fueron nefastas. Cayó en manos de los impíos, que lo escarnecieron. Tal como ocurre cuando usted rompe su consagración deliberadamente, y pone en afrenta el evangelio.
¿Qué hacer?
Quizá esta historia retrata su vida. Tal vez haya puesto en peligro su integridad ministerial. Reconoce su pecado. Hoy quiere volver a comenzar de nuevo. ¡Hágalo! Dios tiene amor por sus hijos. Si le confiesa su pecado, El le perdonará. David, al pecar sosteniendo una relación íntima a todas luces al margen de los principios de Dios, sufrió las consecuencias de su error. Pero tuvo la sensatez de reconocerlo y clamar al Creador: "Ten compasión de mi, oh Dios, conforme a tu gran amor: conforme a tu inmensa bondad, borra mis transgresiones. Lávame de toda mi maldad y límpiame de mi pecado"(Salmo 51:1, 2)
Si este no es su caso, permítame una recomendación final: dependa en todo momento de Dios, pídale fuerza para vencer la tentación y jamás olvide que no podemos ni debemos tener en poco nuestra consagración a Dios.
A.Lievano