No es un mito
Lectura: 1 Corintios 15:1-11
Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen. —1 Corintios 15:6
Me fascina loa historia; por eso, vi entusiasmado un programa especial de televisión sobre el gran rey Arturo de Inglaterra. Se desencadenó una discusión cuando cada uno de los historiadores reconoció que no había testigos presencialoes ni pruebas históricas para respaldar la historia del monarca inglés, ni de sus caballeros ni de la mesa redonda. Vez tras vez, se aludía al relato coo una "leyenda" o un "mito". Apaarentemente, dicha historia es una simple leyenda surgida de la combinación de fragmentos de otros relatos recopilados durante siglos.
Sin embargo, la buena noticia del evangelio no está arraigada en un mito ni en una leyenda, sino que es un hecho comprobado y la historia más grandiosa de todos los tiempos. Pablo escribió que el suceso más importante de la historia de la humanidad (la resurrección de Jesucristo) está respaldado por verdaderos tetigos presenciales. Mientras enumeraba a los discípulos que habían visto a Cristo resucitado, el apóstol cerró la lista de aquellos testigos oculares, con estas palabras: "Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen" (1 Corintios 15:6). Cuando Pablo escribió esto, muchos de esos tesigos todavía estaban vivos y dispuestos a ser interrogados.
La resurrección de Cristo no es un mito, sino el verdadero punto de inflexión de la historias.
William E. Crowder
La resurrección de nuestro Señor Jesucrito es el hecho mejor probado de la historia antigua. Amado Padre celestial, en el precioso y duce nombre de Jesús te damos gracias por haber enviado aTu hijo a morir en esa cruz por nosotros los pecadores, gracias por Su sangre carmesi derramada en esa cruz para lavarnos de nuestros pecados y de nuestra maldad, gracias por la resurrección de Jesucristo que nos da la seguridad de nuestra vida eterna, la cual velamos y guardamos con celo nuestra preciosa salvación, por el deseo ardiente de comtemplar la hermosura de Su rostro.
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