Gozo en medio del dolor Eliseo Apablaza
"Después de haberles azotado mucho, los echaron en la cárcel, mandando al carcelero que los guardase con seguridad. El cual, recibido este mandato, los metió en el calabozo de más adentro, y les aseguró los pies en el cepo. Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y los presos los oían" (Hechos 16:23-26). Hemos estado compartiendo acerca de los sufrimientos que los cristianos padecen, y de qué explicación da la Escritura para esos sufrimientos. Pero hoy día quisiéramos ir un poco más allá y decir que a la luz de esta palabra que hemos leído, y de muchas otras, nosotros no sólo somos llamados a padecer la aflicción, a sufrir la injusticia o a soportar el agravio. La verdadera fortaleza se demuestra en la alabanza Estas acciones, si bien son nobles, todavía no son la perfecta voluntad de Dios. Padecer, sufrir y soportar son acciones que todavía nos pueden hacer aparecer como débiles, como si nosotros aceptáramos padecer porque no nos queda otra opción; que tenemos que sufrir porque los demás son más poderosos, así que no podemos rebelarnos contra ellos. Estas acciones, si bien son loables, no son la verdad completa; porque somos llamados también a gozarnos en la tribulación, a cantar en medio del dolor, y a tener paz en medio de la tormenta. Recién cuando un cristiano se goza en la tribulación, cuando canta en medio del dolor, como aquí Pablo y Silas, entonces se manifiesta en él la verdadera fortaleza. Los cristianos somos aparentemente débiles, aparentemente frágiles; aparentemente, nos pueden avasallar. Pero dentro de nosotros hay una tremenda fortaleza: tenemos dentro de nosotros el Espíritu de resurrección con que el Padre levantó a Jesús de entre los muertos. Así que, hermanos, vamos a hablar un poco hoy acerca del gozo, acerca de la paz, acerca de la plenitud, de la felicidad, de la dicha que nosotros los cristianos somos llamados a experimentar aun en medio de las circunstancias más terribles. El apóstol Pablo dice en una de sus epístolas: "...como entristecidos, mas siempre gozosos". Creo que esa frase expresa muy bien lo que es la vida cristiana, lo que es la experiencia común de un cristiano. Pablo, el mismo que aquí en la cárcel de Filipos cantaba himnos a Dios cuando su piel estaba desgarrada por los azotes, cuando sus pies estaban aprisionados en el cepo, cuando las llagas de su cuerpo estaban abiertas. ¿Pablo estaba llorando? ¡Estaba cantando himnos a Dios! El himno, a diferencia de un 'corito' o de una canción, se caracteriza por ser solemne. Es como llenar de gloria un ambiente, para Dios. Hay muchos himnos gloriosos que escribieron hermanos del pasado. Los escribieron mientras estaban encarcelados, o bajo fuertes tribulaciones. Ellos podían decir: "Hay una paz en mi alma que inunda mi ser, una paz que el mundo no puede dar". Cristianos que habían perdido seres queridos, que habían sufrido tragedias, desgracias, podían componer himnos como esos, himnos de victoria, como los que Pablo cantaba. "Como entristecidos, mas siempre gozosos". Hay en esto una paradoja. ¿Por qué nosotros cantamos en los velorios? ¿Por qué llevamos una guitarra para el cementerio? Porque la vida cristiana, amados hermanos, aunque tiene lágrimas, es sobre todo una vida de gozo. Llorando, estamos llenos de gozo; sufriendo, no tenemos amargura; porque aun los sufrimientos nos transforman, nos edifican.
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