“Nadie da lo que no tiene”
Un ciego no puede guiar a otro ciego. Es el mismo Señor Jesús el que nos lo recuerda y nos advierte que de ser así, ambos caerían al foso.
Lucas 6:39
'Y les decía una parábola: ¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo? "
Si no tenemos nada, no seremos capaces de dar nada. Por más buena voluntad que tengamos de ayudar o servir a los demás,
será inútil. Esto se aplica tanto para los bienes materiales como para los espirituales.
Quien no se ha encontrado con Jesús, quien no se adhiere a Él en la vida cotidiana,
no será capaz de hacer que otros se encuentren con Él, como el ciego al que le es imposible guiar a otro ciego.
Sabemos que para poder dar algo, primero es necesario poseerlo.
No basta saber qué es bueno para la otra persona, ni siquiera saber dónde está o cómo se encuentra.
Ese “algo” que queremos dar debe ser nuestro, debe ser algo que de un modo u otro nos lo hemos apropiado.
¿Cómo dar alegría, si no somos alegres? ¿Cómo amar a los demás, si no hemos experimentado lo que es el amor?
¿Cómo anunciar a Jesús si no lo conocemos? Jesús mismo nos recuerda en la Última Cena,
diciendo a los apóstoles, esta realidad. “Doy mi vida para recobrarla de nuevo. Nadie me la quita; yo la doy voluntariamente”
No podemos llevar a otros el tesoro más grande que tenemos, que es la FE, si no lo “poseemos”,
si no lo hemos hecho nuestro, si no hemos dejado que Jesús esté en nuestro interior, en lo más profundo de nuestro corazón.
Podemos ver en Hechos 3:1-9
"Pedro y Juan subían juntos al templo a la hora novena, la de la oración.
Y era traído un hombre cojo de nacimiento, a quien ponían cada día a la puerta del templo que se llama la Hermosa,
para que pidiese limosna de los que entraban al templo. Este cuando vió a Pedro y a Juan que iban a entrar en el templo, les rogaba que le diesen limosna.
Pedro, con Juan, fijando en él los ojos, le dijo: Míranos. Entonces él les estuvo atento, esperando recibir de ellos algo.
Más Pedro dijo: no tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Cristo de Nazareth, levántate y anda.
Y tomándole por la mano derechalo levantó; y al momento se le afirmaron los pies y tobillos. Y saltando,
se puso en pie y anduvo; entro con ellos al templo, andando y saltando, y alabando a Dios. Y todo el pueblo le vió andar y alabar a Dios.
Alaba a nuestro Papá siempre, les deseo un expléndido día, con amor en el precioso nombre de Jesús,
su hermana Lucy A.