El amor del Padre celestial formó a David y lo convirtió en una creación única.
Fue el producto del corazón y de la mano inventiva de Dios.
Esta misma verdad se aplica a ti. Tú eres especial, al igual que todas las demás
personas que hay en el mundo.
Ante esta realidad, debemos tener una actitud en favor de la vida en el sentido
más puro que pueda existir. Debemos respetar y valorar la vida de todo ser humano:
los nacidos y los que aún están en el vientre de la madre; los niuños preciosos y los
ancianos cansados; los ejecutivos acaudalados y los financieramente desposeídos.
Cada persona es un producto exclusivo del genio de nuestro Creador.
Junto con David exclamemos:
"Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras"
—Salmo 139:14