Lectura Hechos 8:26-34
Cuando se trata de hablar a otros de Jesús, a veces soy como el agricultor cauteloso
que mantiene la mirada en el clima, buscando el día perfecto para sembrar sus cosechas.
La temporada pasa y no siega nada. La oportunidad se ha ido; la
cosecha se ha perdido (Eclesiastés 11:4).
Vácilo y me pregunto: "¿Está lista esta persona para escuchar el evangelio?"
¿Es éste el momento de hablar?" Nunca se sabe lo que está pasando en las
profundidades del corazón de otra persona. Algunos pueden estar
habitando en oscuridad pero anhelando que alguien los guíe a la luz.
El eunuco etíope en su carruaje real parecía tenerlo todo bajo control (Hechos 8:27).
Tenía prestigio, riquezas y poder. No obstante, interiormente estaba vacío y estaba
buscando. Leía la promesa de Isaías del Salvador sufriente y trataba de entender
sus palabras. Justo en ese momento, Felipe aprovechó la oportunidad de hablar al eunuco
de Jesús (v.35).
Tengo un amigo que muchas veces lleva a la gente a Cristo. Una vez le pregunté
cómo sabía que estaban listos para recibir el evangelio. "Es fácil —contesto—. Les pregunto."
O sea que yo debo dejar de preocuparme por el viento y las nubes y ponerme
a trabajar: esparcir la semilla adondequiera que vaya,
independientemente del clima. Uno nunca sabe.
—David H. Rooper—