El panorama del pueblo de Dios exiliado en Babilonia era un pueblo
de almas perdidas y aventureros frustrados, demasiado pobres
para regresar a sus sombríos inicios. Todo lo que tenían eran
recuerdos de los días cuando el favor de Dios estaba con ellos.
Jerusalén estaba en ruinas porque un pueblo bendecido había estado
explotando a los débiles, sin ocuparse de la tierra que les había
sido encomendada (2 Crónicas 36:19-21), y adorando a Dios
mecánicamente. El profeta Nehemías confesó: “En extremo nos
hemos corrompido contra Ti, y no hemos guardado los
mandamientos (Nehemías 1:7).
Dios amaba demasiado a Su pueblo como para dejarles continuar
haciéndose daño a sí mismo y a los demás. Al permitir que éste
“hiciera tiempo” en Babilonia, les ayudó a ver lo que puede
suceder cuando un pueblo bendecido queda atrapado en una vida
que saca a Dios de su perspectiva.
—Él hará lo que sea necesario para ayudarnos a que también veamos eso!
Dios nos da bendiciones para que podamos darle la Gloria a Él