El reino de Dios “Padre nuestro que estás en los cielos…” Así comienza la revolucionaria oración del Señor, en Mateo 6.9-13. “Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”. Cuando el Señor Jesús hizo esta oración como modelo, estaba enseñando a sus discípulos, y también a nosotros, la nueva realidad que vino a hacer posible. Que no solo podíamos acercarnos a Dios como nuestro Padre celestial, sino también que podíamos invitar a su “reino” a echar raíces en nuestro mundo. Al hacer esto, aceptamos la verdad de quiénes somos en Cristo, y de que estamos donde debemos estar; reconocemos la inmediatez de su presencia en nuestro entorno, así como la realidad de lo que está viniendo y de lo que será un día. La palabra “reino” es un testimonio del plan redentor del Señor. Él nunca quiso que su pueblo fuera gobernado por un sistema político terrenal. Si bien el Antiguo Testamento muestra cómo Dios preveía y actuaba para redimir a Israel de su exigencia por tener un gobernante terrenal (1 S 8.5, 6), las profecías hablan de la venida del Mesías como el rey verdadero que redimiría al mundo. Al traer su reino a la tierra, rescataría al mismo pueblo que una vez lo había rechazado (Is 9.2-7). El perdón, la sanidad, la restauración y -todo lo que caracterizó al ministerio de Jesús en la Tierra- eran señales de que la luz había venido al mundo para derrotar a las tinieblas del pecado para siempre (Jn 1.4, 5, 9).
Charles Stanley


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