A cada uno su tarea
Sobre la intercesión Por lo demás, hermanos, orad por nosotros, para que la palabra del Señor corra y sea glorificada, así como lo fue entre vosotros (2 Tesalonicenses 3:1). Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos; y por mí [Pablo], a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio (Efesios 6:18-19). Pero os ruego, hermanos, por nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu, que me ayudéis orando por mí [Pablo] a Dios (Rom. 15:30). Las narraciones del Antiguo Testamento son muy valiosas para instruirnos en nuestra vida cristiana en el siglo 21. Veamos, por ejemplo, cómo en el relato sobre la batalla de Israel contra una tribu - llamada amalecitas - (Éxodo 17:8-13) se destacan diferentes funciones en el servicio a Dios. En la llanura, Josué conduce la batalla encabezando al pueblo de Dios en contra de una nación enemiga que lo había atacado. Al mismo tiempo, en la colina, Moisés levantaba sus brazos hacia Dios orando por los combatientes. "Y sucedía que cuando alzaba Moisés su mano, Israel prevalecía; mas cuando él bajaba su mano, prevalecía Amalec" (Éxodo 17:11). Moisés, apoyado por sus dos ayudantes, Aarón y Hur, quienes le mantenían sus brazos en alto, no dejó de orar sino hasta que la victoria fuese completa. Encontramos aquí la importancia de llevar a cabo la tarea específica que Dios nos encomienda a cada uno de los creyentes. Quienes oran son tan importantes como aquellos que están "sobre el terreno". Su contribución tal vez es menos visible pero igualmente eficaz; tan pronto como se detenga, se siente su falta. Quizás no he recibido un don de “evangelista”, pero puedo orar por los misioneros. Tal vez Dios me preservó de ser torturado o exiliado a causa de mi fe; sin embargo, puedo - y debo y quiero - orar por mis hermanos y hermanas perseguidos. Quizás no estoy capacitado para explicar la Biblia, ni dotado para consolar a los creyentes cansados; sin embargo, puedo interceder por los que hacen esto con dedicación. No subestimemos la importancia de la oración, sea ésta individual o colectiva. Los cristianos necesitamos intercesores para ganar las muchas batallas espirituales. No es necesario tener cualidades específicas, sólo hace falta un interés auténtico y de corazón para la Iglesia de Cristo, del amor por nuestros hermanos, y perseverancia.
¿Cuál es la tarea a la que el Señor te llamó?
Fuente: La Buena Semilla:
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