Lectura: Santiago 3
Chispa, chica, fuego grande. Así describió Santiago el daño hecho por
nuestras palabras negligentes y descuidadas… “…Mirad, ¡qué gran bosque
se incendia con tan pequeño fuego! Y la lengua es un fuego, un mundo
de iniquidad… contamina todo el cuerpo, es encendida por el infierno e
inflama el curso de nuestra vida” (Stg. 3:5-6).
La Biblia nos apremia a no subestimar el potencial... destructivo de lo
que decimos. Un comentario inflamatorio puede encender un infierno
de daño emocional. La mejor forma de desviar las llamas de la ira es no
prendiendo ese primer fósforo. Debemos dejar que la sabiduría de Dios
compruebe nuestros pensamientos antes de que salgan de nuestra boca.
“Pero la sabiduría de lo alto es primeramente pura, después pacífica,
amable, condescendiente, llena de misericordia y de buenos
frutos, sin vacilación sin hipocresía” (v.17).
Nada puede causar mayor daño que la lengua. Mantener nuestro
lenguaje bajo estricto control es una disciplina que los
creyentes deben desarrollar.
Si recurrimos a la sabiduría de Dios por medio de Su Palabra
podemos suprimir las chispas de la disensión y
pronuncias más bien palabras de paz.