MONOLOGO DEL MUERTO
En este mundo triste yo quiero abrir el expediente de mis huesos y hablar la lengua singular de la ceniza - esa consciente avara de las edades- y ser la aventura fijada de mi destino. Yo, el vivo, el muerto, soy un frío transmigrante de las tierras, habito un subsuelo, misterio de un después metarial que desaparece en los modos del tiempo, cerrando todo espacio a inquietudes, anulando dolores, mirando solamente encarnecidos barnices de cadáveres y comienzo a conocer que soy una especie de unidad primitiva, una azada mágica, la historia de la fatalidad y de la suerte, los huesos presumidos de giros infinitos que aumentan un pasado de silencios. Y pensamos en la vida sin el cuerpo: se rompe la existencia, se alimenta en cadáver y el muerto modifica la simiente de la tierra, mientras la muerte corea negaciones que tuercen fácilmente la ruptura del cuerpo vencido en esta vida, salvada violenta y prematuramente, haciéndolo riesgo, límite, orden, desafío, y sílaba a sílaba como historia faltada se revela en la ruina la vigilia del derrumbre y se es así, muerte, pasión de tiempos fríos que realiza sus fines en la tierra, confirmando su libertad serena y sola y nos ilustra en el diálogo con la nada: acomodamos el orden con la libertad total, decimos destruidos, que somos el logo de un viejo principio o quizá zapatillas filosóficas que posan su fractura. La huella de la impureza se mece con la paz, se disuelve el hombre cerrando su círculo y quiere el muerto hablar con su sustrato y yo me niego a la ola desnuda de la verdad: Yo soy el retricente estudio de una vida terminada que, viviendo, muere como una necesaria resta que nos ocupa y castigo mi futuro con la tranquilidad vegetal. Soy un caminar a la deriva, los lazos del sinsentido, libertad de vacíos, un muriente sabio que comprende la nutritiva cólera de la existencia, el pozo triste de los años que nos vuelven polvo caminante, la matemática del sueño que nos niega la salida un modelo geométrico de mundos inferiores, el cabal reposo de una invitación terrestre, la íntima estructura de familiares paradojas o la violencia de la carne hollada, pero, confieso --y no tristemente-- que el respetable y sutil artificio del espíritu nos vicia con la salvación del alma, sí, salve el hombre su cuerpo y vivirá imprimiendo, porque la muerte es la negación más afirmativa: vive el muerto la muerte para evitar la tierra.
Víctor de Tassis
| | | | | | | | | | | | | | | | | | |