Simplemente
le cargan los huevos de supermercado: tienen gusto a pescado, el
alimento con que los criaderos industriales engordan a sus gallinas.
Por eso, Victoria se afanaba en buscar huevos de
campo para el consumo familiar. Hasta que un día su marido optó por
regalarle seis pollitos. Nunca imaginó que ese obsequio cambiaría en
parte su vida. En el nido de una de sus pollas se encontró nada menos
que con un huevo de color azul.
Le llamó tanto la atención la tonalidad inusual del huevo, que
comenzó a investigar de inmediato en internet. Allí descubrió no sólo
sus increíbles propiedades nutritivas, sino que éstos sólo era posible
encontrarlos en Chile, porque provenían de gallinas araucanas o
descendientes de éstas. Se fascinó.
Comenzó recorriendo criaderos para comprar huevos azules, los que
ponía en los nidos de sus gallinas para que los empollaran. Pero no
pasó nada. Cansada de esperar a que nacieran, tomó la decisión de ir
hasta la carretera austral a buscar huevos azules en los lugares donde
se supone aún se crían silvestres las gallinas araucanas. No sólo
encontró sino que trajo varios. Para su suerte, al llegar a El Monte, una de sus gallinas estaba clueca, por lo que aprovechó para colocarle seis huevitos azules sureños. Nacieron todos los pollos, cuenta con los ojos llenos de orgullo.
Desde ese día no paró más. Las busca por todo el sur de Chile y ha
logrado reunir en su gallinero más de 80 ejemplares con distintos
niveles de pureza. Su afán ahora es purificar el gen para acercarse al
que le dio origen a la gallina mapuche.
El gen de Héctor y Arturo
Don Héctor, un gallo colorado, ciento por ciento araucano, es el padre de la mayoría de los polluelos que tiene Victoria Meeche. Pero Don Arturo, un gallo que trajo desde isla Lemuy, en la Región de los Lagos, no se queda atrás. Son ellos, los machos, los que transmiten el gen de los huevos azules.
Victoria explica que en la tercera generación tendrá una gallina o
gallo 100% araucana. Lo que estoy haciendo es purificar la raza. Cruzo
un gallo 100% araucano con una gallina que es potencialmente araucana,
porque el color de los huevos así me lo señala. Sus hijos serán cada
vez más puros, hasta llegar a la tercera generación con pollos 100%
araucanos, sostiene.
Para lograrlo los trata como reyes. Los tiene en gallineros amplios
y limpios, con aserrín, comederos y hasta cortinas que sube y baja
todos los días para mantener una temperatura más o menos pareja y luz
al menos por 14 horas. Las gallinas son sensibles, dice ella, se
estresan fácilmente. Por eso en las mañanas les pone música suave para
que se relajen, den un paseo y así pongan más grandes sus huevos azules
y verdes. Con eso logra una producción promedio de uno día por medio.
Pero no planea hacerse rica, asegura. Los vende a precio justo,
aunque sabe que en lugares gourmet o de productos orgánicos superan los
500 pesos la unidad. Me gustan los pollos y las gallinas, quiero tener un huevo noble.
No se lo voy a vender a un chino de un restaurante que me va a comprar
50 gallinas para preparar los huevos a la no se qué , dice convencida.
Y es que sus metas son claras: rescatar la tradición de esta ave nacional y no convertirla en su gallina de los huevos de oro. LN