Al entrar en un patio cercado para entregar la correspondencia, me topé con un enorme perro de raza San Bernardo. Me aparté lentamente de la bestia, pero al hacerlo me tropecé con un juguete. Fui a dar al suelo, y en menos que canta un gallo, la fiera ya estaba encima de mí... lamiéndome la cara con entusiasmo.
La dueña salió a la carrera y reprendió al animal:
--¡Perro tonto! Es un empleado de correos, no una estampilla postal.
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