Quien aspira, anhela, desea acceder a otra realidad,
a la verdadera realidad.
Sabe o intuye que el mundo exterior es sólo una apariencia
de algo más vasto, más profundo, más divino.
Un aspirante siente nacer dentro de sí una voluntad
desconocida que lo aguijonea a una vastedad también desconocida.
Esa motivación interna lo impulsa incesantemente,
mientras "el mundo aparente" lo tienta a cada momento.
En el aspirante hay una lucha casi visceral, y él lo sabe.
Presiente que ser débil ante lo estrictamente humano
retardará su camino, lo hará más azaroso, más empinado.
Ante esas "incitaciones materiales",
sólo la Fe en el Supremo puede salvarlo.
Y esa Fe lo lleva a entregarse sin medida,
a arrojarse al vacío con una determinación ya no humana.
Si apenas vislumbra la luz, esa luz lo llama,
lo atrae; y el aspirante, entonces, siente que esa luz pequeña
y distante crece desmesuradamente en su interior
a medida que avanza hacia su encuentro.
Autor Juan Mihovilovich
MI REGALO DE HOY
"MI CUERPO ESTA VIBRANTE EN SALUD
Y REFLEJA MI ALEGRIA INTERNA"