Ante la aparición de un nuevo desafío podrías pensar que para poder lidiar con él, primero necesitas hacerte de alguna nueva habilidad, conocimiento o recurso. Pero siempre puedes comenzar con algo que ya tienes, y luego ir transformándote de a poco, junto con el desafío.

A lo largo del camino muy probablemente vayas adquiriendo nuevas habilidades, nuevos conocimientos y obteniendo acceso a nuevos recursos. Eso constituye una parte muy importante del valor de un desafío.

Sin embargo el mejor punto de partida es aquel en el cual te encuentras. Cuanto antes comiences, antes te fortalecerás lo suficiente como para atravesar exitosamente cualquier desafío que enfrentes.

Hay un camino que lleva directamente al resultado más positivo que podrías llegar a imaginar. Y el primer paso de ese camino está justo frente a ti.

No importa cuán imponente sea el desafío, no importa cuán ambiciosa sea la meta, tienes lo necesario como para dar el primer paso. Y una vez que estés en camino, encontrarás y desarrollarás lo que sea necesario para continuar.

Muévete confiadamente en la dirección en la cual sabes que debes moverte. Comienza con lo que tienes, y te convertirás en lo que sea que necesites convertirte.