Cuando el tiempo tenía alas y se nos volaba de entre las manos, ¡Oh Dios, como añoraba estar a tu lado! Tu energía me desbordaba, tu voz me acariciaba sin que dijeras nada, como tus labios... tus labios y tus manos.
Desde ti y por ti el amor se ocupó de mí, más él se resignó en nosotros cuando ambos dejamos de apreciarlo.
Los dos nos quedamos inmóviles y desamparados; el amor, ¡nuestro amor! había terminado.
Cuando el compartir dejó de ser nuestro espacio común y errantes paseamos el alma por el mundo, un sólo segundo era demasiado. Hasta la presencia era ausencia y las miradas sólo indiferencia.
De que sutil modo nos abandonamos, de que cobarde modo nos resignamos...
Como mendigos ahora estamos; buscamos el amor... cada cual por su lado. Muy tarde tomamos nota de que aquel amor que se nos fue, ha dejado un recado...
Benditos quienes valoran el privilegio de amar
y ser amados y que, a pesar de las tormentas,
se mantienen amarrados.
(desconozco autor)
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